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Entrevista al profesor y activista Arcadi Oliveres

Arcadi Oliveres, entrevista FAS

Arcadi Oliveres es presidente honorífico del Consejo consultivo de la FAS, vinculado desde los inicios a través de la Comisión Autónoma Solidaria, profesor de la UAB y activista por la paz y los derechos humanos. La FAS, en el marco de celebración de su 20 aniversario, le había organizado en marzo un acto homenaje que se espera poder celebrar más adelante. Mientras, lo conocemos un poco mejor en esta entrevista.

29/07/2020

"Una universidad, per antonomasia, debería ser uno dels motores básicos para la transformación social."

-Has impartido clase durante treinta y seis años en esta universidad. ¿Cómo llegaste a esta casa?
Aunque parezca mentira, mi entrada en la UAB fue por un anuncio en La Vanguardia. Yo me licencié en 1968 y los primeros diez años estuve en una empresa familiar que cuando la crisis del petróleo acabó cerrando.

Y me puse a buscar trabajo mirando anuncios del periódico. Vi uno de una entidad que, en ese momento, tenía personalidad propia y que después quedó incorporada a la UAB. Era la escuela de empresariales de Sabadell. Se trataba de la antigua Escuela de Comercio que se había creado en el siglo XIX en la ciudad para poder subvenir las necesidades de la industria del comercio local y que con el paso de los años, que hacía las típicas tareas de peritaje, profesorado e intendencia mercantil, quedó incorporada cuando se creó la Autónoma. Este centro necesitaba profesores para empezar el curso y la verdad es que nunca en la vida me había dedicado a la docencia, más allá de hacer algunas clases particulares cuando era estudiante. En ese momento era una plaza de interino, una plaza muy precaria, pero luego con el paso del tiempo pude ir consolidando y al final la historia duró treinta y seis años.

- A pesar de ser economista, la mayor parte de la docencia la ha echado de la Facultad de Economía. ¿A qué se debe este hecho?
Por suerte para mí, ya que era un centro que me sentía muy cómodo, estuve desde el año ochenta hasta el año noventa y dos, en la misma Escuela de Empresariales. Físicamente, yo no iba a Bellaterra, solo para alguna reunión.

Esto cambió, sin embargo, cuando reubicaron la Escuela de Empresariales en un lugar con muy buena accesibilidad. Este cambio me hizo considerar que quizás me sentiría mejor en el Campus de Bellaterra y pedí el traslado en 1992. Allí di clases durante dos cursos en la Facultad de Económicas. Aquel fue un punto de inflexión importante, ya que me di cuenta que la economía que se enseñaba en la facultad -aunque había unos compañeros excelentes y una gente magnífica con los que todavía me relaciono ahora- era una economía puramente al servicio del capitalismo, y eso no me gustó mucho. En este sentido, en la Escuela de Empresariales era una escuela pequeña y muy familiar hacías un poco lo que querías, mientras que en el campus, en una facultad tan grande como la de económicas, cada asignatura tenía grupos y cada grupo tenía su profesor. Así pues, lo de la libertad de cátedra que había tenido claramente Sabadell, desaparecía un poco, ya que aunque se entiende razonablemente, tenías que pactar con los otros compañeros que hicieran la misma asignatura y entonces te veías algo más limitado. Y como yo siempre había explicado la economía a mi manera, me sentía tan limitado que no me gustó. De este modo, fui a hablar con el director del Departamento de Economía Aplicada, el señor Joan Trullén y él, muy amablemente, me ofreció una plaza en la Facultad de Ciencias Políticas de un profesor que en ese momento se estaba jubilando.

Después de dos años de docencia en económicas me pasé a políticas, y la verdad es que a causa de un número de grupos más reducidos y del tipo de temario pude dar clases como yo que quería. Entré el curso 1993/1994 y ya me quedé más de veinte años. Sin embargo, con la docencia que daba a políticas era insuficiente para cubrir el número de horas que tenía que hacer y por lo tanto tenía que complementar con otras docencias que ya no fueron más en la Facultad de Económicas sino que fueron principalmente en: Derecho, Educación y Periodismo.

Por otra parte, en la Facultad de Económicas fui volviendo durante dos o tres años, no para impartir ninguna asignatura de programa, sino para hacer dar clase de una asignatura optativa. Esta fue impulsada por diferentes sindicatos de estudiantes, ya que consideraban que la economía que se impartía en económicas era un modelo demasiado neoliberal, y pidieron al rector del momento, Carles Solà, una especie de asignatura que ellos mismos bautizó como "Economía crítica". Nos agarraron a tres o cuatro profesores más bien críticos de la facultad como la Miren Etxezarreta, Albert Recio y nos situaron allí para que hiciéramos cada uno una pequeña parte de la asignatura. Esto duró los tres o cuatro años de promoción de los estudiantes que la habían impulsado.

Seguramente no es fácil, pero si te tuvieras que quedar con algo, un momento, una idea de tu etapa en la UAB, ¿cuál sería?
Para mí, el momento de mayor alegría que me dio la universidad fue cuando el claustro de la UAB declaró persona no grata a Jose María Aznar. En un momento determinado, cuando era jefe del gobierno, Aznar vino a visitar el campus, invitado por el Centro Nacional de Microelectrónica, ya que la UAB se habría guardado bien de invitarle. Supongo que la información que tenía el entorno de Aznar sobre qué iban a ver, no era una información demasiado buena. Ellos pensando que iban a un centro de investigación tranquilo pero se plantaron en la universidad. Corrió la voz rápidamente entre estudiantes y éstos le hicieron el recibimiento que merecía. En ese momento, los policías acompañantes del Aznar se pusieron nerviosos y comenzaron a dar golpes a la gente y a perseguirla. Al día siguiente el claustro de la universidad, muy enfadado por este evento, se reunió y declaró a Aznar persona no grata con la prohibición de que metiera los pies en la UAB. Este ha sido el momento más orgásmico que yo he vivido en la Autónoma.

¿Qué valoración haces del papel que tienen las universidades para trabajar por la transformación social?
Una universidad, por antonomasia, debería ser uno de los motores básicos para la transformación social. Desgraciadamente lo ha sido mucho menos de lo que debería ser. Todos sabemos, que la universidad, por un lado por el hecho mismo de funcionarizar a su personal, los hace a todos muy agarrados a la silla y a partir de ahí, seguramente, la gente deja de ser transformadora, revolucionaria. Con ello, se pierde un poco el espíritu de transformación social. Evidentemente, sin embargo, siempre hay casos individuales, pequeños grupos de trabajo que han mantenido el espíritu de transformación.

Luego también creo que hay un elemento muy grave, como es la implementación del Plan Bolonia. Junto con Jaume Botey y otros compañeros, intentamos que la universidad se movilizara en contra de este plan, ya que entendíamos que cortaba las alas a este camino de transformación. Con la excusa de una profesionalización mejor, un avance científico cortaron las alas a la transformación social.

A mí, eso, ya me cogió a finales y precisamente estos últimos años motivaron que me viera obligado a separarme de mi querida facultad de políticas. Esto fue debido a que la asignatura que impartía desapareció del plan de estudios con la entrada del Plan Bolonia. La substituyeron por una optativa y le cambiaron el nombre de Economía mundial en Comercio internacional, lo que hace evidente el proceso de mercantilización de estos estudios. Con esta nueva asignatura ya no me adherí y acabé mis últimos años de docencia en la Facultad de Derecho y en Periodismo, lugares donde siempre me he encontrado muy bien.

- Y más concretamente el caso de la UAB ¿Qué cambiarías y que valoras positivamente?
Lo que yo más he valorado siempre de la UAB, es que lo más sea había criticado al principio, que es el hecho que es una universidad de campus. Esto yo creo que ha ido muy bien, ya que el roce hace cariño. Tú puedes estudiar en facultades diferentes, pero aunque sea, entre pasillos, o la Plaza Cívica, en los castellers o cualquier cosa de este tipo, se genera una sintonía entre alumnado, profesorado y gente que trabaja en la universidad que pienso que es muy positiva. Por otra parte, como pequeña contraprestación negativa, este formato de campus quizás rompe el contacto con el exterior. Pero seguro que son más las ventajas que los inconvenientes. Y mira que esto era fruto de un castigo, ya que la idea de la universidad en este formato de campus, viene del franquismo, con la intención que la gente fuera a refunfuñar alejada de la ciudad.

- Por último, nos encontramos en un contexto de crisis sanitaria sin precedentes recientes. En el ámbito económico y social ¿cuál crees que será la situación de los próximos meses?
Yo creo que el capitalismo ha sido capaz de romper todos los umbrales; ambiental, el de la desigualdad; el de la interrelación humana con el tema de los migrantes. Además estos días se ha demostrado la vergüenza que es destinar cincuenta y dos millones de euros diarios preparando la guerra en España. Además, el día que salen a hacer una rueda de prensa los ministros del Interior y de Sanidad deban ir acompañados de la policía de la Guardia Civil y de los militares, es algo que a mí me provoca vergüenza ajena.

Durante estos meses también hemos visto el progreso informático con todo el control social que se ha derivado de esta situación. Yo lo he dicho varias veces y he participado en algunos grupos de gente que denunciaba que Barcelona fuera la capital de este absurdo que es el Mobile World Congress. Es un desastre en todos los sentidos. Una sociedad que camina hacia aquí; cuanto teléfonos móviles que nos controlan socialmente; que para construir estos teléfonos mata miles de personas en el centro de África; que explota trabajadores en Asia; que aquí sólo crea puestos de trabajo mal pagados; una sociedad que es una vergüenza y que nos espía a todos. En Barcelona por ejemplo, Ada Colau se encontró que tuvo que firmar un documento renovando esto, porque ella no tenía ganas de hacerlo. Afortunadamente este año se ha suspendido y espero que se suspenda definitivamente, ya que es de las peores muestras del capitalismo.

Al final este, es un umbral más que hemos superado. Yo tengo la impresión que la situación del coronavirus no es más que una pequeña expresión -que ha hecho daño a mucha gente- de esta sociedad que hay que reformar. A mí lo que me gustaría es que todo esto sirviera de momento de reflexión y que una vez pasada el miedo no volvemos a las "andadas". Que esto sirva para profundizar, tengo la impresión que esta debería ser la dirección hacia donde tendremos que ir.