Llibres i música en temps de desassossec: “Superada, superable”

“El Dr. Jaume Ferran vacunant a Alzira”. La Ilustración Nacional 1885.
“El Dr. Jaume Ferran vacunant a Alzira”. La Ilustración Nacional 1885.

L’aportació de la Facultat de Filosofia i Lletres en els moments estranys que vivim serà en forma de reflexions i consells literaris, filosòfics i musicals a l’entorn de la persona i de les pestes que ens afligeixen, col·lectives, però també individuals.

26/06/2020

Con su displicencia habitual, los medios no han encontrado más paralelos históricos para la actual pandemia que la Peste Negra de 1348-1351 y la mal llamada Gripe Española de 1918. Es lo primero que salía al buscar en Google ‘pandemia’ e ‘historia’. No se ha invocado la llamada peste justinianea de 541, igual de arrasadora pero mucho menos conocida, porque tampoco aparece en la primera página del célebre motor de búsqueda. La caída del meteorito que -según algunas teorías- está en el origen de la extinción de los dinosaurios no se ha contemplado, ya que –según algunas teorías, no todas- los humanos no deambulábamos aún por el planeta.

Sin embargo, la magnitud cósmica de esas pandemias impide que nos ayuden a entender un poco mejor lo que hoy sucede, o que nos sugieran soluciones útiles para el futuro inmediato. Se calcula que la Peste Negra se llevó por delante a entre un tercio y la mitad de la población europea, según zonas. ¿Se imaginan que el coronavirus de marras hubiera acabado en pocos meses con dos millones y medio de catalanes? La Gripe Española estuvo muy lejos de esas cifras, pero sus 40 millones de muertos en todo el mundo, de ellos 300.000 en España, ascienden a diez veces más que las cifras oficiales que se manejan para la actual epidemia. En suma, e históricamente hablando, otras pandemias han superado con mucho a la actual, y también se diría que la Humanidad logró superarlas.

En lugar de esas catástrofes de dimensiones bíblicas, me permito proponer al lector / a la lectora una comparación más asequible, con los brotes de cólera que asolaron Europa, y España en particular, durante las primeras décadas del siglo XIX. Qué se le ha a hacer, uno regresa siempre a su terreno, sobre todo si cree que es fértil. La fiebre amarilla también habría valido. En fin, el cólera es una infección, entonces mortal de necesidad, del sistema digestivo que iba dando vueltas por el mundo hasta encontrar el contexto propicio y que se volvió epidemia al menos en dos momentos decisivos de la historia del continente: en 1826-1837, cuando se anotó unas 300.000 muertes en España, y en 1853-1855, cuando se registraron unas 250.000 defunciones en el mismo país por esa causa, en ambos casos sobre una población que ascendía a la mitad de la actual.

Sé que existen algunas importantes diferencias entre estos brotes y la situación actual, como que el cólera lo produce una bacteria (“Vibrio cholerae”), no un virus, y que no discrimina por edad, pero me interesan algunas similitudes con el presente. La primera

y principal es la total impotencia de los científicos y las autoridades de aquel tiempo frente a una desgracia sobrevenida, para la que solo prescribieron los remedios tradicionales: selección, cuarentena, aislamiento en lazaretos, lenitivos y resignación (cristiana, porque las rogativas formaron parte del ‘pack ‘de emergencia). ¿Les suena? Se dieron intentos de explicación epidemiológica tan pintorescos como el del doctor Nicasio Landa, quien halló una correlación entre la incidencia del cólera en 1854… ¡y el PH de las rocas! Eso sí, al buen doctor le guiaba la mejor de las intenciones, y al menos no recomendó como remedio la ingesta de lejía.

Por otro lado, los dos rebrotes sirvieron de telón de fondo a acontecimientos políticos o bélicos de gran trascendencia, aunque no se diera una clara relación causa-efecto. La “Reform Act” británica de 1832 y la Guerra civil española de 1833-1840 tuvieron lugar durante la primera pandemia, y la revolución española de 1854 y la Guerra de Crimea, durante la segunda. Importa resaltar que, salvo algunos episodios aislados –como la matanza de frailes en Madrid en 1834, búsquese el paralelo actual que se desee–, la mayoría de la población no modificó sus comportamientos sociales a causa del cólera. Sobre todo, las epidemias no la hicieron desistir de la voluntad de cambio político y económico, cuando esta existía, antes bien estimularon ese afán.

En suma, la enfermedad se asumió como un obstáculo superable, y sin duda fue superada, aunque nadie hubiese visto a sus agentes a través de un microscopio ni hubiera desarrollado una vacuna contra ellos. Eso llegaría bastante más tarde, como todo descubrimiento, que surge como producto de una necesidad social, y no al revés. Llegado a este punto, me ahorro los corolarios para no insultar la inteligencia del lector o de la lectora, a quien deseo de corazón que supere cualquier consecuencia adversa de este trance.

Manuel Santirso Rodríguez (Departament d’Història Moderna i Contemporània)