Llibres i música en temps de desassossec. “ L’epidèmia d’Eugène Ionesco”

“Ella”. Técnica mixta
“Ella”. Técnica mixta. Autora: Ioana Alexandrescu

L’aportació de la Facultat de Filosofia i Lletres en els moments estranys que vivim serà en forma de reflexions i consells literaris, filosòfics i musicals a l’entorn de la persona i de les pestes que ens afligeixen, col·lectives, però també individuals.

17/04/2020

Cincuenta años atrás, Eugène Ionesco publicaba “Jeux de massacre” (Gallimard, 1970), una obra de teatro de una estremecedora actualidad. Una ciudad floreciente, en la cual se creía que ya no había nada que temer, es golpeada repentinamente por una terrible epidemia. A la gente se le prohíbe salir a la calle si no es para lo estrictamente necesario; cierran los cafés y los espectáculos; la policía vigila que nadie entre ni salga de la ciudad. Miles de personas, pobres y ricas, jóvenes y viejas mueren en sus casas, en las iglesias, en las plazas públicas, familias enteras desaparecen, vencidas por este mal desconocido. Las autoridades están desbordadas por la acumulación de los cuerpos; los cuerpos desbordan las carrozas que los llevan a la fosa común.

 

Las escenas se suceden implacables, exudando miedo y contraponiendo al alarde discursivo de las estrategias que usan los personajes para sobrevivir el súbito y común desenlace. Justo cuando uno piensa haber tomado todas las medidas de protección, creyéndose a salvo —“Somos impenetrables”, “El mal no nos puede alcanzar”, “Lo que está fuera no llega a mí”, “Soy intocable”— se desploma, segado por el mal.

 

A pesar de la multitud de capas superpuestas para aislarse, físicas –higiene obsesiva, encierro en la casa, en la clínica, en la prisión—, o mentales – conocimientos, inteligencia, lógica, conjuros—, todo enseña la inutilidad de la protección, la torpe vulnerabilidad del refugio.

 

Enredados entre errores de cálculo y puntos ciegos, los personajes no reparan en el monje negro, espectro de la muerte, siempre el mismo, que atraviesa el escenario. No dejan de mirarse el uno al otro, creyendo cada uno que sí se salvará, convencido de su diferencia. Es decir, de su superioridad, sea por mérito –por haber sido más listo o prudente—, sea por suerte.

 

Pero “sobre todo lo previsible no puede ser previsto” reza, cual muestra de lo absurdo ionesquiano, una frase de esta obra oscura e inclemente. Tan inclemente que Cioran, el filósofo del pesimismo, según lo cuenta en sus “Cahiers”, salió de una función de la obra con la sensación no de haber ido al teatro, sino de haber recibido una paliza.

 

En medio de tanta oscuridad posada a capas gruesas en las páginas, se encuentra también la salvación, no de la muerte, sino ante ella. Está en la delicadísima escena de la pareja de ancianos y es el amor.

 

Ioana Alexandrescu (Departament de Filologia Francesa i Romànica)