Llibres i música en temps de desassossec: “Geografías afectivas en tiempos de confinamiento”

fotografia abstracta de dos nens
J. Carbonell

L’aportació de la Facultat de Filosofia i Lletres en els moments estranys que vivim serà en forma de reflexions i consells literaris, filosòfics i musicals a l’entorn de la persona i de les pestes que ens afligeixen, col·lectives, però també individuals

10/06/2020

“Para Elena, Fer, Tania y Diego por la itinerancia compartida”.

 

‘Confinar’ tiene que ver con los límites, con el espacio y la movilidad que se acota, pero ¿qué sucede con quienes viven entre dos geografías, en dos territorios, espaciales y afectivos? ¿qué ocurre cuando el dos que es ya uno deja momentáneamente de ser dos? ¿qué pasa cuando el tren o el avión, que se han convertido en un cordón umbilical que alimenta, de repente se para?

Estos días he pensado mucho en unos versos de Cristina Rivera Garza, una de las autoras más incisivas y sorprendentes de la actual literatura hispanoamericana, que pertenecen al poema “la sintomatología del lugar” de poemario “Yo ya no vivo aquí”:

 

«Algunos todavía buscan en las esquinas.

Algunos hasta corren dos o tres kilómetros al día

persiguiendo esas esquinas

 

Siempre preguntan por la puerta más próxima,

la salida de emergencia, la manera más fácil o la más

difícil de irse hacia ese lugar, el siguiente, el más-

verde-que, el verdadero. […]

 

Ellos viven en Babilonia y Alejandría y Nueva York

Y Tijuana.

Viven en dos países a la vez.

Oscilan, rebotan, saltan, vuelan y se regresan.

Están aquí y no están aquí, ellos están allá y no aquí

Y tampoco allá.

Hablan de sí mismos en tercera persona, el plural

Como metáfora.

Bailan en la cabeza de un alfiler.

 

Ellos conocen la gravedad de las cosas».

 

Aunque el intenso y desgarrado poema de Rivera Garza, así como el libro al que pertenece, permite diferentes aproximaciones vinculadas a las problemáticas del México del siglo XX-XXI, recordar estos versos en tiempos de confinamiento me ha hecho desplazarlos, recapacitar en que el presente de muchas generaciones de profesores universitarios –como la propia autora mexicana, docente durante años en Estados Unidos– es ya el de las migraciones académicas, el de las dualidades afectivas: el trabajo vocacional y la tierra a la que está ligado con la que se desarrolla una pertenencia, pero también el amor a aquella otra de los orígenes a la que necesitamos volver una y otra vez: «oscilar, rebotar, saltar, volar y regresar».

¿Qué sucede entonces cuando el movimiento no es posible? Paradójicamente la gravedad de las cosas se vuelve más nítida, el dos hecho uno se revela ya como la única opción posible, la itinerancia se anhela, por eso «Algunos persiguen las palabras ‘no hay tal lugar’ si son/ azules, algunos cavilan, preguntándose». ¿No es la universidad el espacio universal, el lugar de reunión de la colectividad en su sentido más extenso?

Cristina Rivera Garza, Lina Meruane, Marina Enríquez, Samanta Schweblin, por citar solo algunas de las excelentes autoras latinoamericanas actuales que he tenido la suerte de compartir con mis estudiantes en este fin de curso tan accidentado, me han acompañado en trenes y en aviones y lo hacen ahora en el confinamiento. Su literatura abre miradas oblicuas, imprevistas, agudas, que nos ayudan a indagar en este tiempo convulso, pues leer, más que nunca, no solo es una herramienta crítica imprescindible, sino también otra geografía afectiva: la de

la pluralidad de voces, la de las miradas diversas que nos enriquecen multiplicando lo uno.

Beatriz Ferrús Antón (Departament de Filologia Espanyola)