“Una fotografía mal compuesta pierde el 80 por ciento de su valor”

01/02/2017
Nacido el 5 de mayo de 1954 en Lérida, Catarecha centra sus inquietudes en la arquitectura. Se graduó en la Escuela de Arquitectura de Barcelona en la década de los ochenta pero trabajó durante treinta años como profesor de secundaria en la Escuela del Trabajo de Lérida, dando clases de formación profesional de carpintería. Es padre de familia y un amante de la música jazz, afición que se encuentra presente en algunos de sus trabajos.
Arquitecto y profesor: ¿es posible compaginar las dos ocupaciones?
Compaginar dos trabajos que exigen tanta dedicación era imposible y todavía se me hizo más difícil cuando vino mi hija Marta al mundo. Ejercer la arquitectura en un lugar como Lérida no es lo que más querría un arquitecto con ambición y, por este motivo, opté por dedicarme a la docencia a tiempo completo.
¿Cómo se inició en la fotografía?
La fotografía ha sido una constante durante mi carrera. Empecé con la fotografía química, la mal llamada “analógica”, es decir, la típica de carrete. Me inicié fotografiando conciertos de jazz en una sala de la parte antigua de Lérida. Primero iba como público hasta que un día probé a llevarme la cámara. Al principio fue horroroso: no controlaba la técnica, las imágenes quedaban oscuras, elegía mal la película, etc. Pero yo seguía insistiendo y positivaba las fotografías en casa hasta que empezaron a salir resultados decentes. Aquellas imágenes se expusieron en una sala de Lérida junto con la obra de la fotógrafa Olga Muedra, que también hacía fotografías de jazz.
¿Cómo fue el paso al soporte digital?
Los tiempos cambian. Vi que era más cómodo y barato trabajar con el soporte digital. Puedes disparar sin límite y revelar las fotografías en casa sin grandes montajes de líquidos, como se hacía antes. El trabajo en digital permite trabajar las imágenes con más facilidad. Hoy en día es difícil encontrar a alguien que trabaje con fotografía química, a pesar de que todavía se hace.
¿Cuando se inició dentro del campo de la fotografía de arquitectura?
Esto tiene que ver con la especialización, aunque yo me considero un aficionado a la fotografía que quiere hacer las cosas bien. Sin querer uno se va especializando. Por ejemplo, a quien le gusta la música le puede gustar el jazz o el blues, pero no toda la música le llama la atención. Con la pintura pasa lo mismo. Es la propia trayectoria vital la que te va llevando a una disciplina u otra. La arquitectura me llamó la atención por razones obvias. Como arquitecto de formación, cuando voy andando por la calle observo los edificios, no me puedo sustraer. Esto me ha llevado a fotografiarlos.
¿Le interesan otras disciplinas?
Me interesa mucho la fotografía callejera. El jazz, la arquitectura y la fotografía callejera son tres temas que tengo siempre muy presentes. No hago fotografías de paisaje porque soy una persona urbana; no hago fotografía macro ni de estudio porque me parece que suponen mucho trabajo; tampoco hago fotografía de boda... Hago lo que me gusta. Como no soy fotógrafo profesional, no tengo ningún condicionante de obligatoriedad sino que hago lo que más me apetece.
¿Cuáles son sus arquitectos favoritos?
Álvaro Siza Vieira, un arquitecto portugués, ha hecho una arquitectura que siempre me ha interesado mucho. También admiro a Rafael Moneo, Norman Foster y a arquitectos clásicos como Mies van der Rohe. En cualquier caso, para mí, las obras de Siza son las más bellas de fotografiar.
¿Cómo define su obra?
El hilo conductor que la define es la búsqueda de la simplicidad. No quiero marear al espectador incluyendo en el encuadre nada que no tenga sentido. Siempre intento cuidar los elementos que se ven al fondo de la imagen, porque a veces nos olvidamos de que es fotografía todo lo que aparece en el encuadre. Recuerdo que, cuando estudiaba arquitectura, un profesor le dijo a un compañero mío: “no te preocupes si no sabes si tu trabajo es bueno porque llegará un momento en el que sabrás que lo es si, al eliminar algún elemento de la imagen, la obra se resiente”. La premisa de “menos es más” en este caso se cumple. Para mí, la imagen se tiene que poder leer al momento. Busco que el lector lo tenga fácil.
A la hora de fotografiar, ¿sigue algún ritual?
Existe un proceso de análisis del edificio, de documentación previa sobre el contexto del encargo y cómo afrontó la obra el arquitecto, etc. De alguna manera sigues unos pasos que no son tuyos porque la obra que fotografías ya está hecha, no deconstruyes el edificio.
¿Y las fotografías urbanas?
La fotografía urbana es como una pesca, una caza. Son situaciones que te encuentras si observas atentamente. Si no has educado el ojo, no hay nada que hacer y lo único que sacarás serán fotografías sin interés. Tienes que buscar la imagen que te guste a ti, que sea la imagen, porque son momentos irrepetibles. En cambio, un edificio está siempre ahí pero tampoco es una imagen estática porque la luz lo hace cambiar. Más dinámico que la fotografía urbana no hay nada, a pesar de que la fotografía de conciertos de jazz también lo es un poco porque tienes que estar atento a los gestos si quieres encontrar el momento oportuno del disparo.
¿Cuál es el elemento más importante a la hora de hacer la foto?
Para mí, el punto de vista tiene mucha importancia, aunque es evidente que la incidencia de la luz también juega un papel muy importante, al estilo del pintor Edward Hopper. En cambio, creo que la gente está obsesionada con que haya un cielo impresionante, no salen si llueve o a las tres de la tarde no hacen fotografías porque prefieren hacer la siesta. Yo soy más de la opinión de que si te gusta un edificio, fotografíalo y punto, no te esperes. Aún así, una de las cosas que me obsesiona antes y después de hacer la fotografía es la composición. Una fotografía mal compuesta pierde el 80 por ciento de su valor.
¿Blanco y negro o color?
No sabría qué decir. Las cámaras están programadas para disparar en color y es después cuando se pasa la imagen a blanco y negro, con el procesado. Hay fotos que en blanco y negro no valdrían nada y otras que lo piden a gritos porque necesitan la fuerza que da el blanco y negro, la imagen contrastada o las sombras muy marcadas. De entrada no imagino la fotografía en color o en blanco y negro, lo decido después. En el caso del blanco y negro, también depende del formato y a mí me gusta mucho el formato cuadrado.
¿Qué equipo tiene?
Siempre viajo con una Olympus Micro cuatro tercios de objetivos intercambiables. Cuando fotografío edificios utilizo una Sony de formato completo A7r y ópticas lo más luminosas posible. Cuando voy a conciertos de jazz, uso una SLR Nikon D800E con una óptica de 70-200 mm o 24-70 mm.
¿Utiliza trípode?
Nunca he trabajado con trípode, siempre a mano. Es una deformación propia de un hombre ansioso que quiere la fotografía al momento. No puedo esperar a la luz perfecta para poder hacer la foto con el trípode plantado porque después puede aparecer una nube que te estropee la fotografía. Soy consciente de que lo hago mal, pero soy así.
¿Cuál es la fotografía que más le ha costado hacer?
La que ves cuando vas en coche por la autopista, porque no la puedes hacer. No me cuesta hacer fotos porque, para mí, cada fotografía tiene que ser un placer. Si no, es que la fotografía no funciona.
¿Cómo ha sido la experiencia de exponer su propia obra?
Cuando uno presenta un trabajo, conoce tanto las fotografías que las ve con cierta distancia. Hace poco presenté 10 fotografías en blanco y negro en formato cuadrado que previamente había colgado en las redes sociales. El hecho de tener las fotografías tan vistas hace que ya no sea capaz de valorar si son buenas o no.
¿Cómo afronta la charla en la UAB?
Estoy entusiasmado, con ganas de pisar Bellaterra. Espero tener un poco de feedback y que la gente se implique. He hecho muchas horas de clase y acabas sintiendo que no hay correspondencia entre quien habla y quien escucha, lo cual es muy frustrante. Quiero que haya interacción y que la gente pregunte todo lo que quiera.