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"Ya se ven medidas contra el cambio climático pero hay que hacer más y más rápido"

Mercedes Pardo
La UAB se ha sumado a la declaración del estado de emergencia climática y dedicará el curso 2019-2020 a este tema. El 18 de septiembre, inauguró el curso con una conferencia de la profesora Mercedes Pardo-Buendía sobre las consecuencias sociales del cambio climático.

20/09/2019

El 18 de septiembre, la UAB inauguró oficialmente el curso 2019-2020, durante el cual, el tema del cambio climático protagonizará la fiesta mayor de la universidad y diversas actividades de divulgación y sensibilización. Mercedes Pardo-Buendía, profesora de sociología de la Universidad Carlos III de Madrid, impartió la clase inaugural del curso en el acto que tuvo lugar en el Rectorado, titulada "Cambio climático: entre el colapso y la metamorfosis social. Perspectiva sociológica".

¿Qué cambios sociales está comportando y va a acarrear en el futuro el cambio climático?

Cambios de calado que ya se están viendo. Por ejemplo: el paso de un modo de producción sucio, basado en fósiles, en residuos y en no tener en cuenta el impacto ambiental, a un modo de producción limpio basado en el uso de energías renovables, la recuperación de los residuos y el control de las emisiones. Se verá también un cambio en la movilidad de las ciudades, que son actores importantísimos en el cambio climático. En veinte años, nos encontraremos con unas ciudades estupendas, más limpias, donde el aire será más sano, habrá menos coches y más espacios públicos.

Háblenos de los conceptos de justicia ambiental y justicia climática.

La justicia ambiental empezó en Estados Unidos. En un país en el que había políticas medioambientales muy importantes, fue frustrante que las zonas donde se instalaban residuos tóxicos y peligrosos eran las más pobres. El presidente Bill Clinton desarrolló una legislación específica que exigía a la Environmental Protection Agency evaluar cualquier medida que tomara para no generar más injusticia social ni más desigualdad. En el caso de la justicia climática, por ejemplo, el presidente de Bolivia, Evo Morales, planteó: "ustedes quieren que nosotros, ahora, emitamos poco, pero ustedes han estado emitiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera durante 150 años". Hay que ver, pues, la distribución de las responsabilidades y los compromisos. Es un tema central en las negociaciones mundiales sobre el clima.

El tipo de debate político actual, tanto en España como globalmente, es muy cortoplacista y no favorece las medidas a largo plazo. ¿Esto está incidiendo también en el combate contra el cambio climático?

Sí. Los políticos responden a sus electores en cuatro años y el cambio climático es un problema que obliga a mirar un siglo adelante. Pero, al mismo tiempo, en la medida en que la sociedad es más sensible a estas cuestiones, también tienen que responder a eso. Hay casos de liderazgos: en Alemania, el gobierno de Angela Merkel ha tomado decisiones importantes a largo plazo en materia de energía, como desmantelar todas las nucleares. Allí, el partido verde es una fuerza de gobierno y la sociedad está muy concienciada. Los políticos responden a su base social, hay que trabajar esa interacción.

¿Los negacionistas son sólo una minoría extravagante o suponen una amenaza grave?

Los científicos negacionistas han disminuido muchísimo porque se investigó y se demostró que cometían errores metodológicos graves y que estaban financiados, en gran medida, por empresas petroleras con intereses al respecto. Hoy son algo prácticamente marginal. Hay incluso el caso de un físico de la Universidad de California en Berkeley, uno de los líderes del movimiento negacionista, que escribió un artículo en The New York Times reconociendo que se había equivocado y que se había producido un cambio climático por causas humanas.

¿La ciudadanía de a pie está respondiendo mejor al reto del cambio climático? ¿Evolucionan los hábitos de transporte, de consumo, de reciclaje de residuos, etc.?

Los movimientos sociales que hay son impresionantes, sobre todo por parte de los jóvenes, lo cual es estupendo. Pero el proceso es muy lento. El reciclaje es una de las cuestiones que más ha penetrado en la ciudadanía y las personas se comportan, a pesar de que son manifiestamente mejorables el sistema y las infraestructuras de reciclaje. Y el coche se va dejando de lado. Pero todavía nos falta que la gente relacione su vida cotidiana con lo que comporta el cambio climático. Se ve como algo que pasará en el futuro y no se conecta con lo que significa levantarse cada día, ducharse, ir al trabajo, comer, hacer o no determinadas cosas...

¿Qué aporta la sociología al conocimiento sobre el cambio climático y sus consecuencias?

Los informes sobre el cambio climático de climatólogos y científicos naturales, además de calcular el impacto biofísico, hablan de qué hacer en lo social y resultan un poco ingenuos. La sociedad no funciona por buenas razones: no va a cambiar automáticamente porque haya un cambio climático. Hay normas, culturas, experiencias diferentes según países... Justamente, lo que aporta la sociología es entender mejor esos procesos y dar claves para identificar las barreras sociales y las oportunidades para el cambio.

¿Está siendo escuchada la aportación del ámbito académico en este sentido o hay desconexión entre la comunidad científica y la sociedad?

En general, está siendo escuchada más que nunca. El panel intergubernamental sobre el cambio climático reúne a más de 2.500 científicos y está trabajando desde 1990: su cuarto y su quinto informe han sido la base de los debates políticos mundiales para tomar decisiones como el acuerdo de París del 2015. A nivel más local, en España o Cataluña, hay más dificultades porque, entre otros motivos, los propios científicos aún tenemos que salir de la torre de marfil. Las universidades se han basado históricamente en la educación y la investigación, pero han de centrarse también en la praxis de la transformación social. Es nuestra responsabilidad.

Es imposible prever el futuro, pero, ¿qué cree que pasará a lo largo de los próximos años?

Se trabaja con modelos, con diferentes escenarios, pero es una incógnita cómo va a ser el clima futuro. Sabemos lo que ya ha ocurrido: un aumento de la temperatura, una subida del nivel del mar y un proceso de deshielo que son fenómenos sin duda peligrosos y preocupantes. Pero todo dependerá también de lo que vayamos a hacer. Ya se están viendo cambios. La Unión Europea tiene el objetivo de reducir el 40% de los gases de efecto invernadero en 2030, y el 85% o 90% en 2050, y llegar a un 27% de consumo de energías renovables en 2030. Entre otros ejemplos, Navarra está en un consumo de electricidad procedente de energía eólica de casi el 100% y hay muchas experiencias de ciudades que producen su propia energía. Se ven cosas pero hay que hacer más y más rápido. La velocidad es un factor clave. El planeta va a quedar tocado, no cabe duda. Pero tengo cierto optimismo en que podemos ser capaces de revertir algunas cosas.