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Universitat Autònoma de Barcelona

Federico Fabbrini: «Después del Brexit, abandonar la UE no puede interesar a nadie»

26 ene 2023
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Federico Fabbrini es catedrático de Derecho Europeo de la Dublin City University, donde dirige el Brexit Institute, dedicado a estudiar el impacto político, económico y social de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El 18 de enero, impartió la conferencia «La Guerra de Ucrania y el futuro de Europa» en la Facultad de Derecho de la UAB, en el marco de los seminarios que organiza el máster de Integración Europea, en colaboración con el Instituto de Estudios Europeos y la Cátedra Jean Monnet en Políticas Europeas.

Federico Fabbrini

¿Hasta ahora, cuáles han sido las consecuencias del Brexit en el Reino Unido y en la UE?

Después de seis años, creo que se puede decir que el mayor coste lo ha pagado el Reino Unido. Su economía ha sufrido, el país ha perdido gran parte de su influencia internacional, se ha convertido en un lugar menos atractivo para muchos inmigrantes de España o Italia que normalmente irían allí... Y el Brexit ha desatado presiones centrífugas en Escocia e Irlanda del Norte. En cambio, en la UE, el proceso ha sido gestionado muy bien tanto por las instituciones europeas como por los Estados miembros. La UE negoció el acuerdo de retirada protegiendo sus principales intereses financieros, políticos e institucionales, y el acuerdo comercial y de cooperación es muy acorde con los deseos del Reino Unido, pero también protege el mercado interno de la UE. Creo que, después de todo este proceso, abandonar la UE no puede interesar a nadie. El Brexit ha servido como ejemplo negativo.

Usted escribió recientemente en The Irish Times: «Necesitamos que Londres vuelva a ser una capital aburrida». ¿La inestabilidad política en el Reino Unido ha sido también uno de los efectos del Brexit?

Absolutamente. El Brexit ha dejado un legado de profundas divisiones en los principales partidos políticos del Reino Unido, tanto entre los conservadores como entre los laboristas. Los tories se convirtieron circunstancialmente en el partido del Brexit, pero, en realidad, hay entusiastas del mercado libre, como Liz Truss, que querían el Brexit para convertir el Reino Unido en una especie de Singapur, y hay personas que defendían el Brexit porque están contra el capitalismo, la globalización o la inmigración. Esas dos visiones entran en conflicto y por eso resulta tan difícil que el Gobierno británico funcione. Y va a seguir siendo así durante los próximos meses.

¿Hay muchos brexiters arrepentidos de su decisión y convertidos en nuevos remainers?

Estamos viendo un cambio en la opinión pública: hay un número creciente de votantes que reconsiderarían su decisión si se les preguntara de nuevo y votarían por la permanencia. Esto se puede explicar por el hecho de que las consecuencias del Brexit, ahora, son visibles. Durante dos años, la COVID-19 tapó parte de sus efectos y el Gobierno pudo culpar a la pandemia de algunos de los trastornos provocados por el Brexit. Pero el Reino Unido tiene la mayor inflación y el menor crecimiento del G7, huelgas permanentes, falta de fuerza de trabajo... Son los costes del Brexit y la gente lo ve.

Ha mencionado Irlanda: parece que el Brexit está facilitando un acercamiento entre Irlanda del Norte y la república.

Sí, por supuesto. Antes del Brexit, no había ningún debate sobre la posible unificación de Irlanda. Los acuerdos de Viernes Santo, que cumplirán 25 años este 2023, pospusieron la cuestión para un futuro indefinido. Pero ahora, con el Brexit, el debate ha vuelto y se ha incrementado la perspectiva de un referéndum en Irlanda del Norte para incorporarse a Irlanda.

¿Y la población está a favor de la reunificación al otro lado de la frontera?

En la República de Irlanda hay un apoyo cultural a la idea de la unificación, pero también hay preocupaciones de tipo económico por el coste que podría tener. Y se tiene muy en cuenta que la experiencia del protocolo [sobre Irlanda e Irlanda del Norte] ha demostrado que Irlanda del Norte está muy dividida. Lo que es muy interesante es que las instituciones europeas han acordado que, en caso de que hubiera un referéndum, Irlanda del Norte formaría parte de la UE automáticamente. Es el modelo que se usó para la reunificación de Alemania y se volvería a usar treinta años después.

Y, en Escocia, el Brexit parece haber reforzado el independentismo.

Mucho. Un nuevo referéndum podría ser la vía para que Escocia volviera a la UE. El gran desafío para Escocia es que un nuevo posible referéndum tendría que ser legal; es un requisito para volver a optar a la incorporación a la UE. Los miembros de la UE, incluida España, estarían abiertos a admitir a Escocia, pero el proceso de independencia es muy importante para garantizar su legitimidad.

Los partidos de extrema derecha han explotado sentimientos antieuropeos en muchos países de la UE. ¿Qué efectos ha tenido el Brexit en esos instintos antieuropeos?

Como decía, la experiencia negativa del Brexit ha empujado a muchos euroescépticos a cambiar su enfoque. En 2015 o 2016, había temor a que el Brexit tuviera un efecto dominó que provocara un Nexit en los Países Bajos, un Frexit en Francia o un Italexit en Italia. Pero el ejemplo del Brexit demuestra que es un suicidio. Vemos un cambio en la estrategia de las fuerzas de extrema derecha o euroescépticas (por ejemplo, Viktor Orbán en Hungría): ya no quieren irse, sino cambiar la UE desde dentro vaciándola de contenido, cambiando sus valores... Es una grave amenaza para el futuro de Europa, quizás peor que el propio Brexit.

¿Y si Marine Le Pen acaba siendo presidenta de Francia en 2027?

Sería, por supuesto, un gran desafío para la UE aunque su partido, Reagrupamiento Nacional, haya cambiado de posición y ya no esté a favor de abandonar la Unión. Más bien comparten la estrategia de cambiar la UE desde dentro. La idea es convertirla de hecho en una confederación totalmente controlada por los gobiernos de los Estados y con muy poco poder para las instituciones supranacionales. Orbán y otros líderes han propuesto básicamente cerrar el Parlamento Europeo, o que ya no haya elección directa de los europarlamentarios y sea más bien una asamblea con miembros de los parlamentos nacionales, como fue en los años cincuenta.

¿Qué opina del papel que desempeñan las instituciones europeas en la actual crisis ucraniana?

La guerra en Ucrania, un conflicto a una escala que no veíamos en Europa desde 1945, es un gran desafío. La UE reaccionó con contundencia y de manera unitaria, pero es evidente que muchas cosas no funcionan. Las capacidades defensivas europeas son muy limitadas y totalmente dependientes de los Estados Unidos. Nos falta estrategia de política exterior y un enfoque unitario ante el resto del mundo.

¿Es una cuestión de transferencia de soberanía de los Estados a la Unión?

Sí, es un problema de competencias y de mecanismos de gobierno. Las decisiones sobre asuntos exteriores son tomadas por unanimidad entre los 27 miembros, lo cual significa que Orbán, un buen amigo de Vladimir Putin, puede retrasar o diluir las decisiones de la UE. Pero es también un problema de recursos: no tenemos un presupuesto para capacidad militar. Todo eso estaría muy bien si viviéramos en un mundo sin enemigos, pero no funciona si tienes un vecino con armas nucleares metido en una guerra de agresión.

¿La situación actual plantea más dificultades para la incorporación de nuevos miembros a la UE como Serbia, Macedonia del Norte, Albania...?

De hecho, la UE ha prometido la incorporación a Ucrania, pero eso no va a ser rápido; no podemos sumar un miembro que está en plena guerra con Rusia. Por otra parte, la guerra ha reactivado claramente los procesos de ampliación, lo cual es positivo en términos de mercado y consolidación, pero puede ser también muy peligroso en términos de cohesión, si la ampliación no viene acompañada por una reforma de la propia Unión. Una UE con treinta o incluso cuarenta miembros y con las normas que tenemos hoy no va a funcionar.

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