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“Leer un clásico significa comprenderse a uno mismo y comprender el presente"

Nuccio Ordine
Nuccio Ordine, profesor de la Università di Calabria, expuso, en una charla en la Facultad de Filosofía y Letras de la UAB, las tesis que defiende en el libro La utilidad de lo inútil. Manifiesto (Quaderns Crema/Acantilado), una llamada de alerta contra la concepción utilitarista de la educación.

20/04/2015


Nuccio Ordine, profesor de literatura de la Università di Calabria, impartió la conferencia "La utilidad de los saberes inútiles" en la Facultad de Filosofía y Letras el pasado 14 de abril, en un acto organizado por la comisión de docencia y la coordinación del Grado de Humanidades. Ordine, profundo conocedor del Renacimiento y de la obra de Giordano Bruno, es autor del libro La utilidad de lo inútil. Manifiesto (Quaderns Crema/Acantilado), donde defiende la necesidad de las disciplinas humanísticas para el desarrollo de la sociedad tanto a nivel económico como en lo referente a los valores democráticos. Lo resume citando una frase de Eugène Ionesco: “en una sociedad en la que ya no se entiende la importancia de lo inútil, se cultiva sólo el odio y el rencor".

¿Dónde fallamos en la transmisión de interés por los “saberes inútiles"?

Creo que los canales más importantes para hacer comprender a los jóvenes la importancia de los saberes inútiles son la escuela y la universidad. Hoy, desafortunadamente, la sociedad va en otra dirección: los jóvenes se inscriben en los estudios con la idea de adquirir un título que les sirva para realizar una profesión. Pero deberían matricularse para ser mejores. Luego, quien se convierte en alguien mejor, alcanza un puesto honorable en la sociedad.

¿Y los valores que transmiten los medios de comunicación?

También siguen esa lógica utilitarista. Le pongo un ejemplo: cuando hay una exposición, se dice que ha tenido “un gran éxito". ¿Por qué? Porque ha vendido tantas entradas… Pero no se explica el contenido de la muestra. ¿De qué manera el ciudadano que ha visitado la muestra ha podido entender los grandes valores de la humanidad? Esos interrogantes ya no interesan.

¿Se resienten los valores democráticos?

Para poder votar, debo saber. Si no sé, mi elección no será democrática. La condición previa a la democracia es hacer que las personas estén en condiciones de acceder a una vida digna. Puedo elegir democráticamente cuando tengo autonomía económica y la información que me permite tener varios puntos de vista.

Parece que el problema está muy relacionado con el poco interés por la lectura y por el conocimiento de los clásicos.

No hay duda. La escuela y la universidad deberían preparar a nuestros estudiantes, sobre todo, para tener sentido crítico, algo que surge con el conocimiento: cuanto más sabes, más autónomo eres. Un ministro italiano despreció la cultura hace unos años diciendo: “con la cultura no se come; si leo un libro cuando tengo hambre, sigo teniendo hambre". Una visión completamente errada. Si el libro logra satisfacer la exigencia de mi espíritu, estaré en disposición de hacer una contribución mucho más válida a la sociedad. Las grandes revoluciones científicas han surgido cuando había jóvenes estudiosos y creativos. Y la creatividad no pasa a través de una formación rígida sino del cultivo de la curiosidad. Cuando más estimules la curiosidad, más personas geniales tendrás.

¿Qué papel está jugando internet?

El problema no es el medio sino cómo lo utilizamos. Intenet es fabuloso: cuando yo era joven y preparaba una tesis en mi pueblecito del Sur de Italia, tenía que ir a París para consultar un libro. Hoy, lo puedo encontrar en la red. Pero Internet es útil para quien sabe, no para quien no sabe. Muchos estudiantes me dicen que quieren estudiar  a Giordano Bruno a través de internet; yo les respondo que, de cien webs sobre Bruno, noventa están llenas de errores. ¿Cómo puede un estudiante saber qué sites son buenos y cuáles no?  Primero, lee un buen libro; luego, cuando puedes juzgar, internet deviene una herramienta importantísima. Hay que hacer comprender a los estudiantes que los instrumentos son algo que podemos utilizar bien o mal.

¿Las humanidades tienen que dar respuestas a los problemas concretos de la gente, como afirmaba hace unos días Joan Carbonell en un debate organizado por la Asociación de Amigos de la UAB?

La mejor manera de entender el presente es entender el pasado. Hay que hacer saber a los jóvenes que leer un clásico significa, sobre todo, comprenderse a uno mismo y comprender el presente en el que vivimos. Dos ejemplos. En mi libro, hablo de un texto bellísimo cuyos protagonistas son Demócrito e Hipócrates. Demócrito explica que los hombres están matando la naturaleza porque escavan en sus venas. Cuando leí la frase a jóvenes de cerca de Nápoles, donde la camorra almacena residuos tóxicos bajo tierra, no necesitaron que les explicara que ese pasaje hablaba del presente. Y, el otro día, en Italia, hubo un ataque violento contra un joven homosexual. En mi columna semanal para el Corriere della Sera, cité un pasaje de Montaigne: “cuidado cuando uno dice algo es contra natura porque a menudo pensamos que la naturaleza es aquello que hacemos nosotros".

¿Qué dificultades hay en la universidad para transmitir la utilidad de lo inútil?

Estamos destruyendo la universidad porque la estamos burocratizando. ¿Cuál es el cometido de un profesor? Dos cosas: estudiar para preparar las lecciones y enseñar. Hoy, eso es lo último que puede hacer. Le piden que rellene informes estúpidos que son una ofensa a la inteligencia humana… ¿Para qué sirven? Para justificar la burocracia. ¿Y para qué sirve la burocracia? Para justificar un sistema que está matando las mejores cosas de nuestra sociedad.

Parece que el desprestigio de los “saberes inútiles" se desarrolla en paralelo a un capitalismo que sólo atiende a la búsqueda del máximo beneficio.

Por desgracia, es así. Pero ha habido momentos en los que el capitalismo no era eso. En Italia, tuvimos un grandísimo emprendedor llamado Adriano Olivetti, inventor de la primera computadora del mundo. ¿Cuál era su filosofía? Que una industria no debe enriquecer sólo al patrón sino, sobre todo, a los trabajadores. Creó una biblioteca, cine, asilos, casas confortables… Los empleados de Olivetti producían tres veces más que los de otras fábricas. Eso debería ser el capitalismo: una fábrica próspera donde los trabajadores están bien pagados y se produce cosas que benefician a la comunidad. En el que tenemos hoy, sólo destaca el peor egoísmo.