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Campus de Arqueología y Paleontología de la UAB

Parajes rocosos y dispersión de la población: resistencia social en la península ibérica frente a los estados emergentes de la Edad del Bronce

28 sep 2022
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Un estudio de la UAB que ha aplicado el análisis de Big Data a la dinámica de poblamiento apunta que las comunidades del centro-este de la península ibérica desplegaron hace 4.000 años una forma de vida basada en «economías de huida», con tácticas de enrocamiento y atomización, para protegerse de la explotación y los conflictos de la expansión de El Argar, uno de los primeros estados de Europa.

Assentament Pic dels Corbs (Sagunt, València)
Vista general del asentamiento de la Edad del Bronce de Pic dels Corbs (Sagunto, Valencia). Foto: Marcello Peres

Durante la Edad del Bronce Antiguo (2200-1550 antes de nuestra era), emergieron las primeras entidades políticas de tipo estatal en determinadas regiones de Europa, como el Egeo, Europa central o el sudeste de la península ibérica. Estas entidades implicaron un fuerte desarrollo económico, pero también relaciones de explotación mucho más intensas, tanto social como de recursos naturales. La relación de estos nuevos poderes centrales con sus periferias apenas ha sido abordada hasta al momento.

Un estudio de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) ha analizado la dinámica de poblamiento que se produjo al norte de la sociedad de El Argar, que a lo largo de sus 600 años de existencia impuso mecanismos de control económico y político en todo el sudeste peninsular. 

En la periferia de El Argar se había constatado un numero excepcional de microasentamientos, en la mayoría de los casos de menos de 1000 metros cuadrados, ubicados en lugares escarpados de difícil acceso. Tras analizar el emplazamiento, extensión, duración y distribución geográfica de estas poblaciones, los investigadores Marcello Peres y Roberto Risch han concluido que pudo tratarse de estrategias de enrocamiento y atomización de la población para hacer frente a la expansión argárica, en un contexto de conflictos violentos generados por relaciones que resultan características entre los centros políticos y sus periferias. La investigación se ha publicado en la revista Trabajos de Prehistoria del CSIC.

Transformación del espacio social

Los resultados apuntan a una transformación del espacio social, sobre todo en la franja latitudinal entre la zona de Alcoy y La Mancha, que duró seis siglos. A partir de 2300-2200 ANE, en esta zona se produjo una concentración de emplazamientos en parajes altos y escarpados o fortificados. Esta estrategia ha sido definida por los investigadores como enrocamiento, un término asociado a movimientos defensivos y a la protección de una construcción mediante rocas o murallas. «En la mayoría de estos microasentamientos difícilmente podrían habitar más de entre 12 y 25 personas, y la ausencia de grandes poblados implica que no existió una jerarquía de asentamientos controlada por lugares centrales», señalan.

La concentración de emplazamientos en parajes altos y escarpados y la inversión de fuerza de trabajo en la construcción de barreras defensivas fue mayor cuanto más próxima al territorio argárico, mientras que en zonas más alejadas, como en el valle de los ríos Tajo y Henares, perduraron más las formas de asentamiento y económicas del final del Neolítico y la Edad del Cobre, cuando proliferaron poblados abiertos y extensos junto a una amplia variedad de establecimientos menores.

«Es difícil imaginarse la realidad social en estos microasentamientos de la Edad del Bronce, donde el desarrollo de ámbitos productivos básicos (cerealista, láctico, textil y metalúrgico) sería poco viable sin una cooperación entre ellos. Esta atomización y enrocamiento de la población y de sus medios de producción carece de lógica, si no existió un peligro real para la supervivencia de las comunidades», señala Marcello Peres.

Los investigadores manifiestan que ambas estrategias revelan la preocupación de las poblaciones vecinas del norte de El Argar por protegerse en lugares fácilmente defendibles. «Su duración no concuerda con un evento climático o una migración puntual, por una epidemia, por ejemplo. Solo una situación de conflicto social más o menos latente explicaría el ingente esfuerzo físico y económico que debieron realizar estas comunidades en su cotidianidad, al estar alejadas de los terrenos cultivables en los valles, de los cauces fluviales o de las principales vías de comunicación de aquel período», explican.

La situación sociopolítica detectada en el cuadrante centro-oriental de la península ibérica fue excepcional en el contexto de la Edad del Bronce Antiguo de Europa y el Mediterráneo. «El despliegue de esta forma de vida de las comunidades tan particular en vecindad con el estado de El Argar sugiere la aparición de economías de huida, es decir, estrategias de resistencia social frente a sistemas de explotación con una importante necesidad por obtener recursos de sus periferias», indica Roberto Risch

«Otro indicio de la interdependencia de las realidades sociales y económicas de El Argar y sus comunidades vecinas es que tuvieron un final casi simultáneo. Con el fin del estado argárico, en el 1550 ANE, dichas comunidades cambiaron sus formas de vida, desplazándose a las proximidades de los valles cultivables o adaptando una economía más pastoril y móvil», señalan los investigadores.

Mapa distribución asentamientos en fortificaciones de piedra y desnivel centro-este de El Argar

Mapa de distribución de las fortificaciones de piedra (en negro) y de los desniveles máximos entre los asentamientos y los valles de cultivo (en rojo) al norte de El Argar entre 2200-1550 ANE.

Análisis de poblamiento antiguo con datos masivos

Para hacer el estudio, los investigadores se han basado en la plataforma digital Bronzesites_Iberia, elaborada por Marcello Peres en su tesis de doctorado en arqueología prehistórica de la UAB, así como en la consulta de archivos autonómicos, cartografía, imágenes por satélite y visitas a yacimientos.

«Es la primera vez que se ha reunido toda la información arqueológica conocida de un área tan extensa de la península y se ha sometido a un análisis de Big Data que supera las tradicionales fronteras de culturas arqueológicas y regiones administrativas», destacan.

Esta base de datos les ha permitido sondear las conexiones geoespaciales, arquitectónicas y artefactuales de 1.445 yacimientos situados en una extensión de 177.000 kilómetros cuadrados que incluye once provincias del cuadrante centro-oriental de la península ibérica: Madrid, Guadalajara, Teruel, Castellón, Cuenca, Toledo, Ciudad Real, Albacete, Valencia, Alicante y el norte de Murcia.

Artículo: Peres, M. y Risch, R. (2022) «Espacios y fuerzas sociales en el centro y el este de la península ibérica entre 2200 y 1550 ANE: una aproximación macroespacial». Trabajos de Prehistoria, 79(1). https://doi.org/10.3989/tp.2022.12286

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