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Universitat Autònoma de Barcelona
Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA-UAB)

Hacia un estilo de vida bajo en carbono: una cuestión de acción colectiva

19 dic 2019
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Nuestra forma de vida debe cambiar si queremos evitar el colapso climático, pero ¿cuánto podemos hacer como individuos? Antes de la próxima Conferencia ICTA-UAB sobre cambios en el estilo de vida con bajas emisiones de carbono, Joël Foramitti, Lorraine Whitmarsh y Angela Druckman están trazando una hoja de ruta.

 

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Texto original publicago en el blog CUSP

Por JOËL FORAMITTI, LORRAINE WHITMARSH y ANGELA DRUCKMAN

Las últimas noticias sobre el estado de nuestro planeta son alarmantes. Los científicos advierten de una "amenaza existencial para la civilización", ya que podríamos estar cruzando una serie de puntos de inflexión climática que podrían conducir a la pérdida irreversible de, por ejemplo, la capa de hielo de la Antártida Occidental y la selva amazónica. Gracias a los movimientos sociales, la conciencia de este problema ha aumentado considerablemente. Pero en la actualidad no se están tomando las medidas necesarias, y los niveles de gases de efecto invernadero continúan aumentando. Estamos atrapados en una cultura que busca estatus y diversión a través del consumismo, en un debate político manipulado por los intereses creados de la industria de los combustibles fósiles y en un sistema económico que se percibe como inestable si hay una falta de crecimiento económico.

En este artículo, discutimos algunas formas prometedoras de avanzar hacia estilos de vida bajos en carbono, un tema que será el tema de la próxima Conferencia ICTA-UAB sobre cambios en el estilo de vida bajo en carbono. Antes de continuar, debemos dejar en claro que nuestros argumentos se aplican principalmente a las culturas occidentales, ya que aquí es donde se producen la mayoría de las emisiones y donde los cambios hacia estilos de vida bajos en carbono son más necesarios. Además, las opciones discutidas aquí generalmente no se aplican a las personas de bajos ingresos, ya que tienden a tener una menor huella de carbono y menos libertad financiera para elegir.

Nuestro argumento central es que las emisiones de nuestra economía están profundamente conectadas con la forma en que vivimos: los objetivos que perseguimos, los valores y prácticas que compartimos, las cosas que compramos y los empleos en los que trabajamos. Todo esto se suma a una cultura que apoya una economía insostenible. Hay muchos que defienden que la tecnología resolverá los problemas y que creen en la posibilidad de "crecimiento verde"; pero si bien las innovaciones tecnológicas y las mejoras en la eficiencia pueden reducir las emisiones, su potencial es limitado. La única otra solución sería desarrollar tecnologías de emisión negativa, pero se ha argumentado que es una "apuesta injusta y de alto riesgo". Por lo tanto, parece poco probable que la crisis climática pueda resolverse sin cambios en los estilos de vida. De hecho, el último informe del IPCC afirma que la disminución de la demanda de energía y los patrones de consumo más sostenibles son elementos clave para limitar el calentamiento global a 1.5° C.

Entonces, si queremos reducir las emisiones con certeza y velocidad, necesitamos producir y consumir menos y de manera diferente. Algunos podrían objetar esto, diciendo que deberíamos regular y gravar directamente la industria de los combustibles fósiles. Y es cierto que prevenir la contaminación en su origen probablemente sea el enfoque más efectivo para reducir las emisiones. Pero si queremos evitar grandes perturbaciones sociales (pensemos en las protestas provocadas por un aumento en los precios del combustible y sus injustas implicaciones en Francia, Chile, México e Irán), debemos tomar medidas para separar nuestras vidas de nuestra dependencia de los combustibles fósiles.

De manera crucial, algunos cambios en el estilo de vida importan más que otros. En particular, reducir la cantidad de viajes que realizamos y reducir la carne y los lácteos son las acciones más efectivas que las personas pueden realizar para reducir su huella de carbono. En el Reino Unido, por ejemplo, la elección de alimentos y los viajes representan más de la mitad de todas las emisiones. Por lo tanto, evitar volar y conducir, así como comer una dieta basada en vegetales marcaría una gran diferencia para el cambio climático. En comparación, el cambio de tipo de bombillas y el reciclaje son relativamente menos beneficiosos; sin embargo, éstas son las acciones que la mayoría de las personas en países desarrollados como el Reino Unido están realizando en la actualidad.

No solo algunos comportamientos importan más que otros; algunos grupos son más contaminantes que otros. El diez por ciento de la población mundial es responsable de la mitad de sus emisiones. Por lo tanto, la desigualdad es un aspecto importante del cambio climático, tanto dentro como entre países. Los grupos y naciones que más han contaminado también son los más resistentes a los efectos devastadores del cambio climático; mientras que los más pobres y menos contaminantes son los más vulnerables. Por lo tanto, una "transición justa" es vital para la mitigación efectiva del cambio climático, no solo porque aborda esta injusticia fundamental sino porque es más probable que sea aceptable para el público.

Las protestas mencionadas anteriormente no han sido contra las medidas climáticas, sino contra la injusticia social.

Por ello, es poco probable que abogar por cambios voluntarios en el estilo de vida funcione, debido al "problema del pasajero libre". Es decir, en ausencia de sanciones por elecciones contaminantes, el interés propio llevará a la mayoría de las personas a seguir contaminando. Para muchos, la sensación de que el cambio climático es un problema global y colectivo, y la aparente falta de acción de otros grupos y países para abordar el cambio climático, les hace sentir que sus propias acciones no importan y que es injusto que se les pida 'hacer sacrificios'. 

Para superar este dilema, debemos actuar colectivamente. Por lo tanto, los cambios en el estilo de vida no son solo una cuestión de elecciones de consumo individual, sino también una acción política. La participación en movimientos sociales u otras formas de compromiso político podría ser el camino de acción más relevante para los individuos. Sin un discurso público mejor informado y una toma de decisiones democrática transparente, será difícil actuar ante la emergencia climática.

Pero, ¿qué debería cambiar exactamente? Tim Jackson argumenta que actualmente vivimos en "una 'infraestructura de consumo' que envía todas las señales equivocadas, penaliza el comportamiento proambiental, haciendo que sea casi imposible incluso para personas altamente motivadas actuar de manera sostenible sin sacrificio personal". La psicología sugiere que deberíamos crear un entorno en el que el comportamiento sostenible se convierta en (1) lo más fácil posible, (2) la opción más asequible y (3) lo normal, es decir, convertirse en la nueva norma o incumplimiento social.

Uno de los objetivos de la próxima Conferencia ICTA-UAB es comprender mejor tales barreras psicológicas y trabajar hacia propuestas de políticas concretas para que las tomen los gobiernos. Si bien no podemos dar propuestas claras en esta etapa, iniciamos el debate aquí con tres áreas de cambio sugeridas, todas las cuales son vitales.

El primero es que necesitamos abordar las estructuras dentro de las cuales vivimos para facilitar el cambio de comportamiento individual. Necesitamos crear infraestructuras que permitan y fomenten diferentes modos de vida; un ejemplo concreto sería reinstituir los trenes nocturnos en toda Europa. Necesitamos hacer que el comportamiento innecesario de desperdicio (como productos desechables de un solo uso) y el uso de bienes de lujo contaminantes (como los aviones privados) sean inaceptables o prohibidos. Y debemos enviar las señales de precios correctas: por ejemplo, el viaje en tren debería ser más asequible que la aviación (que actualmente está fuertemente subsidiada).

Otro imperativo es reformar el sistema económico: debemos alejarnos del PIB como la métrica predeterminada de la economía y reemplazar el objetivo ubicuo del crecimiento económico con uno que represente el progreso hacia el logro de una prosperidad sostenible para todos, ahora y en el futuro.

Finalmente, necesitamos encontrar un camino hacia un acuerdo internacional sobre la acción climática. Uno de esos caminos podría ser la creación de un club climático entre naciones dispuestas que crearía incentivos para que el resto del mundo se uniera. Dicha alianza podría implementar un precio del carbono acordado a nivel mundial o una prohibición de una mayor extracción de combustibles fósiles.

Dicho todo esto, las acciones individuales y locales siguen siendo relevantes. Pueden señalar nuevas normas, influir en el discurso público y experimentar con alternativas. Una forma de vida diferente solo se puede pensar si hay ejemplos que demuestren que es posible. Además, la investigación ha demostrado que los comunicadores ambientales tienen más credibilidad e influencia si viven lo que predican.

El comportamiento también está fuertemente moldeado por nuestras visiones compartidas sobre lo que significa vivir bien. Afortunadamente, una buena vida no necesita ser alta en carbono, ni mucho menos. La satisfacción en la vida puede provenir de muchos factores no materiales, como la sensación de hacer un trabajo significativo, un sentido de pertenencia dentro de la comunidad, vivir de acuerdo con los valores y un entorno natural saludable. Comprar menos cosas se ha asociado con un mayor bienestar. Existen beneficios para la salud al reducir el consumo de carne roja y al aumentar los viajes activos (caminar y andar en bicicleta). Y trabajar menos puede dar a las personas más tiempo para la interacción social y la atención, así como para reparar y mantener en lugar de consumir.

Para concluir, evitar el colapso climático tendrá que ir de la mano con los cambios culturales. Necesitamos poner fin al comportamiento contaminante colectivo, desarrollar nuevas visiones de una buena vida, un sistema económico que pueda apoyar esto y una democracia genuina que pueda actuar y crear la infraestructura necesaria para que surja una cultura tan nueva.

Esto puede parecer difícil de imaginar, pero también lo ha sido toda transformación social importante en el pasado hasta que sucedió. Hacer todo lo posible es todo lo que podemos hacer.


Llamamiento para contribuciones
Este artículo ha sido escrito en preparación para la próxima Conferencia Internacional ICTA-UAB sobre cambios en el estilo de vida bajo en carbono que tendrá lugar del 6 al 8 de mayo de 2020 en Barcelona. Las contribuciones pueden enviarse hasta el 15 de enero de 2020. Más información en lifestyle-changes.org.

 

 

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