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Universitat Autònoma de Barcelona
Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA-UAB)

Cuando las especies invasoras se convierten en parte de nuestra cultura

01 jul 2025
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Las invasiones biológicas son ampliamente reconocidas como una amenaza grave para la biodiversidad, las economías globales y la calidad de vida. Sin embargo, no siempre se perciben como una molestia y, en ocasiones —a menudo de forma inesperada—, llegan a ser aceptadas culturalmente por comunidades locales en todo el mundo. Las consecuencias de esta aceptación no son triviales para la gestión de las especies invasoras.

Espècies invasores, segons estudi ICTA-UAB
Imágenes que ilustran la integración cultural del nopal o cactus de higo chumbo (Opuntia ficus-indica) en diversas regiones del mundo.

“Ya sea una planta utilizada en recetas tradicionales, o un animal venerado en festividades locales, la aceptación cultural de estas especies está transformando la forma en que las personas se relacionan con la naturaleza”, explica Álvaro Fernández-Llamazares, coautor del estudio.

Un nuevo estudio en el que participa el etnobotánico del ICTA-UAB, Álvaro Fernández-Llamazares, revela cómo algunas especies invasoras pueden ser adoptadas por las poblaciones locales como elementos familiares e incluso apreciados de su entorno, lo que a menudo complica los esfuerzos por controlarlas.

“Esto representa un fenómeno de ‘integración cultural’, un proceso mediante el cual las especies invasoras se integran en las tradiciones locales, las identidades y la vida cotidiana”, explica Ivan Jarić, investigador de la Universidad de París-Saclay (Francia) y de la Academia Checa de Ciencias, y autor principal del estudio. “Con el tiempo, pueden llegar a resultar cada vez más familiares para la gente, hasta el punto de percibirse como elementos autóctonos del entorno, o como una parte integral de la cultura local.”

“Ya sea una planta utilizada en recetas tradicionales, o un animal venerado en festividades locales, la aceptación cultural de estas especies está transformando la forma en que las personas se relacionan con la naturaleza”, explica Álvaro Fernández-Llamazares, coautor del estudio.

Por ejemplo, el nopal o cactus de higo chumbo, originario de América, es hoy una presencia común en varias regiones de África, Asia y Europa. En muchas zonas rurales, la gente depende de él para su sustento: recolectan y venden sus frutos, que forman parte de platos y recetas locales, y lo utilizan como forraje durante los meses secos. Pero con el tiempo, ha pasado de ser una planta útil a algo más. En algunos lugares, la gente ha olvidado que una vez llegó desde otro continente. Está presente en cuentos populares, arte y artesanía —e incluso ha llegado a representar un símbolo local en ciertas regiones.

Si bien esta integración puede traer ciertos beneficios —como nuevas fuentes de alimento, recreación o servicios ecológicos—, también plantea desafíos significativos. Una vez que la especie es aceptada culturalmente, resulta mucho más difícil para los conservacionistas controlarla o eliminarla. La resistencia pública puede retrasar o incluso bloquear intervenciones de gestión fundamentales. “La integración cultural de especies invasoras puede llevar a la erosión de tradiciones locales vinculadas a especies autóctonas y al conocimiento tradicional asociado, a una pérdida de diversidad biocultural, y a la aparición de conflictos”, explica Susan Canavan, de la Universidad de Galway, también autora del estudio. “Además, puede modificar o desplazar la presencia cultural e identidad de especies nativas vulnerables y cambiar la percepción de lo que la gente considera un estado ‘normal’ o deseable del entorno.”

Sin embargo, erradicar estas especies invasoras integradas culturalmente no siempre es la mejor solución. En algunos casos, su eliminación puede provocar daños inesperados a los ecosistemas, y alterar culturas locales, medios de vida y economías donde estas especies ya forman parte esencial. Para gestionar las especies invasoras de forma eficaz, necesitamos algo más que ciencia biológica.

Es imprescindible un enfoque más amplio e inclusivo que también incorpore las ciencias sociales y las humanidades. “Los esfuerzos de conservación no solo deben ser científicamente sólidos, sino también social y culturalmente conscientes”, sugiere Jonathan Jeschke, del Instituto Leibniz de Ecología de Aguas Dulces y Pesca Continental (IGB) y la Freie Universität de Berlín, otro de los autores del estudio. Las decisiones deben basarse en una ciencia sólida y en la inclusión de las voces de las comunidades locales, los actores involucrados y los titulares de derechos. Involucrar a todos desde el principio —especialmente a quienes poseen conocimiento de primera mano— ayuda a generar confianza, reducir conflictos y crear soluciones que equilibren las necesidades ecológicas, culturales y económicas.

 

Artículo de referenciaJarić, I., Fernández-Llamazares, Á., Molnár, Z., Arbieu, U., Canavan, S., Correia, R.A., Essl, F., Kamelamela, K.L., Ladle, R.J., Maurice, A.C., Meinard, Y., Novoa, A., Nuñez, M.A., Pyšek, P., Roll, U., Sbragaglia, V., Shackleton, R.T., Shani, L., Sherren, K., Teff-Seker, Y., Vaz, A.S., Wehi, P.M. and Jeschke, J.M. (2025). Cultural integration of invasive species. npj Biodiversity https://doi.org/10.1038/s44185-025-00097-3

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