Cuando las especies invasoras se convierten en parte de nuestra cultura
Las invasiones biológicas son ampliamente reconocidas como una amenaza grave para la biodiversidad, las economías globales y la calidad de vida. Sin embargo, no siempre se perciben como una molestia y, en ocasiones —a menudo de forma inesperada—, llegan a ser aceptadas culturalmente por comunidades locales en todo el mundo. Las consecuencias de esta aceptación no son triviales para la gestión de las especies invasoras.

“Ya sea una planta utilizada en recetas tradicionales, o un animal venerado en festividades locales, la aceptación cultural de estas especies está transformando la forma en que las personas se relacionan con la naturaleza”, explica Álvaro Fernández-Llamazares, coautor del estudio.
Un nuevo estudio en el que participa el etnobotánico del ICTA-UAB, Álvaro Fernández-Llamazares, revela cómo algunas especies invasoras pueden ser adoptadas por las poblaciones locales como elementos familiares e incluso apreciados de su entorno, lo que a menudo complica los esfuerzos por controlarlas.
“Esto representa un fenómeno de ‘integración cultural’, un proceso mediante el cual las especies invasoras se integran en las tradiciones locales, las identidades y la vida cotidiana”, explica Ivan Jarić, investigador de la Universidad de París-Saclay (Francia) y de la Academia Checa de Ciencias, y autor principal del estudio. “Con el tiempo, pueden llegar a resultar cada vez más familiares para la gente, hasta el punto de percibirse como elementos autóctonos del entorno, o como una parte integral de la cultura local.”
“Ya sea una planta utilizada en recetas tradicionales, o un animal venerado en festividades locales, la aceptación cultural de estas especies está transformando la forma en que las personas se relacionan con la naturaleza”, explica Álvaro Fernández-Llamazares, coautor del estudio.
Por ejemplo, el nopal o cactus de higo chumbo, originario de América, es hoy una presencia común en varias regiones de África, Asia y Europa. En muchas zonas rurales, la gente depende de él para su sustento: recolectan y venden sus frutos, que forman parte de platos y recetas locales, y lo utilizan como forraje durante los meses secos. Pero con el tiempo, ha pasado de ser una planta útil a algo más. En algunos lugares, la gente ha olvidado que una vez llegó desde otro continente. Está presente en cuentos populares, arte y artesanía —e incluso ha llegado a representar un símbolo local en ciertas regiones.
Si bien esta integración puede traer ciertos beneficios —como nuevas fuentes de alimento, recreación o servicios ecológicos—, también plantea desafíos significativos. Una vez que la especie es aceptada culturalmente, resulta mucho más difícil para los conservacionistas controlarla o eliminarla. La resistencia pública puede retrasar o incluso bloquear intervenciones de gestión fundamentales. “La integración cultural de especies invasoras puede llevar a la erosión de tradiciones locales vinculadas a especies autóctonas y al conocimiento tradicional asociado, a una pérdida de diversidad biocultural, y a la aparición de conflictos”, explica Susan Canavan, de la Universidad de Galway, también autora del estudio. “Además, puede modificar o desplazar la presencia cultural e identidad de especies nativas vulnerables y cambiar la percepción de lo que la gente considera un estado ‘normal’ o deseable del entorno.”
Sin embargo, erradicar estas especies invasoras integradas culturalmente no siempre es la mejor solución. En algunos casos, su eliminación puede provocar daños inesperados a los ecosistemas, y alterar culturas locales, medios de vida y economías donde estas especies ya forman parte esencial. Para gestionar las especies invasoras de forma eficaz, necesitamos algo más que ciencia biológica.
Es imprescindible un enfoque más amplio e inclusivo que también incorpore las ciencias sociales y las humanidades. “Los esfuerzos de conservación no solo deben ser científicamente sólidos, sino también social y culturalmente conscientes”, sugiere Jonathan Jeschke, del Instituto Leibniz de Ecología de Aguas Dulces y Pesca Continental (IGB) y la Freie Universität de Berlín, otro de los autores del estudio. Las decisiones deben basarse en una ciencia sólida y en la inclusión de las voces de las comunidades locales, los actores involucrados y los titulares de derechos. Involucrar a todos desde el principio —especialmente a quienes poseen conocimiento de primera mano— ayuda a generar confianza, reducir conflictos y crear soluciones que equilibren las necesidades ecológicas, culturales y económicas.
Artículo de referenciaJarić, I., Fernández-Llamazares, Á., Molnár, Z., Arbieu, U., Canavan, S., Correia, R.A., Essl, F., Kamelamela, K.L., Ladle, R.J., Maurice, A.C., Meinard, Y., Novoa, A., Nuñez, M.A., Pyšek, P., Roll, U., Sbragaglia, V., Shackleton, R.T., Shani, L., Sherren, K., Teff-Seker, Y., Vaz, A.S., Wehi, P.M. and Jeschke, J.M. (2025). Cultural integration of invasive species. npj Biodiversity https://doi.org/10.1038/s44185-025-00097-3