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04/02/2021

Vulnerabilidad relacional e impacto emocional: las cicatrices invisibles de la pobreza contemporánea.

Exclusion Social

Las consecuencias sociales y psicológicas de la crisis financiera del 2008 ampliaron el riesgo de exclusión social a personas de capas sociales que parecían estar bajo la salvaguarda del mercado laboral y del estado de bienestar.  En este contexto, investigadores del Departamento de Antropología Social y Cultural analizaron el impacto emocional y social de la pobreza en un estudio realizado a través de entrevistas personales. Los resultados revelan una desigualdad social creciente, cada vez más difícil de combatir, y alertan de la necesidad urgente de restablecer la dignidad y favorecer la inclusión de los individuos que se ven afectados por el empobrecimiento.

«Vivo en mis cuatro paredes: la habitación de alquiler. Venir al comedor social es el único contacto y relación que tengo con otras personas. De lo contrario no sé qué razones tendría para seguir viviendo». 


Este fue el testigo de Jacinto, un usuario de un comedor social forzado a recurrir a ayuda social a los 60 años, después de un largo y tortuoso camino de bajada durante el cual perdió el trabajo, su piso, se divorció, perdió el contacto con amigos y familiares y sufrió una enfermedad grave que le generó invalidez.

El aislamiento y la desolación de Jacinto (un nombre ficticio) motivó el diseño de un proyecto de investigación orientado a investigar el impacto de la experiencia de la pobreza en la dignidad del individuo, en las relaciones sociales y en el bienestar emocional. El proyecto ganó el II Concurso FOESSA de Proyecto de Investigación (2019), y apenas se ha publicado el resultado de este viaje antropológico por las dimensiones sociales y emocionales de la pobreza.

La investigación estaba inicialmente motivada por el análisis de las consecuencias de la crisis financiera de 2008, que puso de manifiesto que la pobreza también puede llegar a capas sociales que parecían estar relativamente guarecidas de la exclusión social. La prospección inicial hizo evidente que la pobreza no es tanto un estado sino un proceso de desgaste y fractura, que afecta al individuo con más o menos virulencia en función de la exposición a la carestía y a los recursos o capitales de los que dispone (sociales, educativos, psicológicos y naturalmente económicos). Entender la pobreza como un proceso posibilita insertar en un contínuum tanto casos de movilidad social descendente (personas que perdieron el trabajo y no pudieron asumir las deudas, por ejemplo) como casos de exclusión social severa (sin techo, personas con enfermedades graves o adicciones, etc.).

Generalmente, cuando se habla de pobreza se suele pensar en la carencia de recursos materiales (dinero, vivienda, alimento, ropa, etc.). Pero, más allá del impacto económico, implica una erosión de las relaciones sociales del individuo y de su estado emocional, que a veces desencadena trastornos y problemas graves de salud. El objetivo de la investigación era, por lo tanto, explorar las dimensiones relacionales (deterioro del apoyo social) y emocional (impacto simbólico y psicológico) de la pobreza. Se empleó una metodología mixta (análisis de redes personales, entrevistas semi-estructuradas y trabajo etnográfico) y se seleccionaron 20 casos en profundidad y palabras diversas de diferentes puntos de atención social distribuidos por Castellón, Madrid, Albacete y Cataluña.

La perspectiva relacional analizó la interacción entre el proceso de empobrecimiento y el deterioro efectivo de apoyo social del individuo, así como el capital social (el que circula a través de las relaciones del individuo) y la reciprocidad (la posibilidad de restituir bienes, favores o servicios). En los casos de exclusión social severa advertimos una reducción drástica de relaciones personales y una presencia importante de "profesionales" (trabajadoras sociales, psicólogos, etc.), que pasan a cumplir roles emocionales fundamentales. Aun así, encontramos preocupantes niveles de sufrimiento de violencia estructural y, en todos los casos, una marcada presencia de lazos homofílicos (es decir, relaciones sociales que comparten los mismos rasgos socioeconómicos que la persona empobrecida), que revelan un proceso de desigualdad creciente que dificulta combatir los estereotipos de la pobreza y hacen más permeables las fronteras entre clases sociales. El análisis de las principales esferas relacionales (familia, amigos,) y del tipo de interacción entre los diversos agentes implicados (usuarios, técnicos, voluntarios, etc.) permitió entender mejor el rol fundamental de las redes sociales en el bienestar de estas personas.

El análisis emocional se basó en entrevistas introspectivas que manifiestan la experiencia de la soledad y la exclusión en primera persona (testigos), así como la manera en que opera el estigma, la violencia estructural o la vergüenza en la experiencia de la pobreza en la sociedad contemporánea. Estos elementos, así mismo, se relacionan con dimensiones como la salud física, las relaciones de género, los ideales y expectativas de clase social o los aspectos simbólicos que rodean a la pobreza.

El estudio pone de manifiesto tanto la necesidad de restablecer la dignidad de las personas en riesgo de exclusión como los retos que afronta la sociedad y las instituciones sociales para conseguir la inclusión de un número creciente de personas que se está quedando al margen de la sociedad más amplia, particularmente en un momento en qué ni el estado de bienestar ni el mercado laboral pueden garantizar la inclusión de las personas más vulnerables.

Hugo Valenzuela-Garcia, Miranda Jessica Lubbers, José Luis Molina 

Departamento de Antropología Social y Cultural 
Universitat Autònoma de Barcelona 

Referencias

H. Valenzuela-Garcia, Lubbers, M. J., i Molina, J. L. (2020), Vivo entre cuatro paredes. La vulnerabilidad relacional en contextos de exclusión social, Colección Estudios vol. 45. 224 pp. Madrid: FOESSA. ISBN 978-84-8440-697-6

 
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