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10/01/2024

Proponen incorporar nuevas variables neuropsicológicas para establecer la gravedad de los trastornos de la conducta alimentaria

imatge representant de tca

Un equipo de investigación de la UAB y el IDIBELL alerta que la clasificación del DSM-5 podría no reflejar de manera adecuada la severidad de los trastornos de la conducta alimentaria desde una perspectiva neurocognitiva. A partir de un estudio realizado con 161 pacientes, proponen incorporar otros criterios, como la duración y la flexibilidad cognitiva, para valorar los trastornos de anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno por atracón.

istock/Motortion

En la actualidad, al hablar de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), nos encontramos con una clasificación propuesta por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), que los categoriza en niveles de "medio", "moderado", "grave" y "extremo". Para la anorexia nerviosa (AN), se utiliza el índice de masa corporal (IMC) como medida de gravedad, considerado el más bajo como la forma más severa. En cuanto a la bulimia nerviosa (BN), la clasificación se basa en la frecuencia semanal de episodios de conductas compensatorias inadecuadas y para el caso de trastorno por atracón (TPA) se evalúa la cantidad de episodios de atracones semanales.

No obstante, diversas investigaciones han señalado limitaciones en estos criterios de clasificación de gravedad de los TCA, definiéndolos como controvertidos y carentes de suficiente apoyo empírico. Se han sugerido criterios alternativos transdiagnóstico (presente en diferentes trastornos) para clasificar la severidad de cada tipo de TCA. Entre ellas, se destaca la duración de la enfermedad y la flexibilidad cognitiva. Esta última es una variable neuropsicológica que representa la capacidad de ajustar las creencias y comportamientos del individuo ante nuevas situaciones. Se considera que la flexibilidad cognitiva desempeña un papel crucial en la autorregulación de la conducta, como un factor relevante en la aparición, desarrollo y mantenimiento de los trastornos alimentarios. Así pues, la propuesta de incorporar la duración de la enfermedad y la flexibilidad cognitiva como criterios para establecer la gravedad de los TCA se basa en el importante rol que juegan en la aparición, desarrollo y mantenimiento de estos trastornos.

En nuestra investigación, liderada por la Dra. Roser Granero (Departamento de Psicobiología y Metodología, UAB) junto a los doctores Fernando Fernández-Aranda y Susana Jiménez-Murcia (Unidad de Psicología Clínica del Hospital Universitario de Bellvitge, IDIBELL), exploramos por primera vez si los niveles de gravedad de los trastornos de la conducta alimentaria definidos en el DSM-5 están vinculados a deficiencias en la flexibilidad cognitiva. Además, evaluamos si la duración de la enfermedad podría ser una medida alternativa válida, capaz de discriminar las dificultades en la flexibilidad cognitiva.

Participaron en el estudio 161 adultos (130 mujeres y 31 hombres) que cumplían los criterios del DSM-5 para un TCA (100 con AN, 34 con BN y 27 con TPA). Nuestros resultados indicaron que los pacientes con AN clasificados en los grupos de mayor gravedad según el DSM-5 tenían un mayor riesgo de deterioro en flexibilidad cognitiva en comparación con el grupo de severidad moderada. En cambio, entre los pacientes con BN Y TPA, no se observó una asociación entre la flexibilidad cognitiva y los distintos grupos de severidad DSM-5. Sorprendentemente, los grupos con menor gravedad según el DSM-5 mostraron un mayor deterioro en flexibilidad cognitiva en el caso de los pacientes con presencia de atracones.

Un hallazgo clave de nuestro estudio fue la conexión entre la duración de los trastornos y el rendimiento en flexibilidad cognitiva en todos los subtipos de TCA, lo cual respalda su validez como criterio de clasificación alternativo. En consecuencia, concluimos que la clasificación de gravedad del DSM-5 podría no reflejar de manera adecuada la severidad de los TCA desde una perspectiva neurocognitiva.

Para los pacientes con AN, la clasificación según el DSM-5 se basa únicamente en el índice de masa corporal (IMC), que no se corresponde con los déficits de flexibilidad cognitiva. Dada la relación de la escasa flexibilidad cognitiva con esquemas cognitivos y comportamientos persistentemente desadaptativos asociados con este trastorno, la inclusión de estas variables neuropsicológicas podría aumentar la probabilidad de síntomas clínicos clave para la AN, como pensamientos repetitivos sobre el control del peso, la pérdida de peso y otros aspectos relacionados con la imagen corporal. En cuanto a los grupos con BN y TPA, las dificultades en la flexibilidad cognitiva se vincularon con problemas para apartar la atención de estímulos relacionados con la alimentación y la incapacidad para controlar la sobrealimentación compulsiva, características cruciales de estos subtipos diagnósticos.

Los resultados sugieren que la duración de la enfermedad podría ser un criterio más efectivo que el propuesto por el DSM-5 para identificar deterioros en flexibilidad cognitiva en pacientes con TCA. Investigaciones previas ya habían señalado la asociación entre dificultades en la flexibilidad cognitiva, rigidez en el pensamiento y un estilo de alimentación estricto basado en reglas idiosincrásicas, lo que presenta resistencia a modificarse en terapias. Por lo tanto, la falta de flexibilidad cognitiva, al ser un rasgo que se opone al cambio, se erige como un componente crucial que predice un peor pronóstico y mayor resistencia a los tratamientos entre aquellos que buscan ayuda para los TCA.
 

Roser Granero
Departament de Psicobiología y Metodología de Psicobiologia i Metodología
Universitat Autònoma de Barcelona
Roser.Granero@uab.cat
 

Referencias

Mora-Maltas B, Lucas I, Granero R, et al. (2023). Cognitive flexibility and DSM-5 severity criteria for eating disorders: assessing drive for thinness and duration of illness as alternative severity variables. Journal of Eating Disorder, 11(1):155. doi:10.1186/s40337-023-00875-z.

 
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