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La disfunción de cuerdas vocales es una enfermedad en la que se produce un cierre de las mismas durante la inspiración. En condiciones normales, habrían de estar abiertas. Se trata de una enfermedad relativamente frecuente que muy a menudo se confunde con el asma bronquial y que se caracteriza porque el paciente presenta tos, ahogo, silbidos inspiratorios, afonía y alta dificultad para la entrada de aire en el pulmón, hecho que, en algunas ocasiones graves, ha condicionado incluso que el paciente se haya de intubar e ingresar en unidades de cuidados intensivos. Su diagnóstico se basa en observar una amputación de los flujos inspiratorios en la curva flujo-volumen y comprobar el cierre de las cuerdas vocales en inspiración mediante una laringoscopia.

Habitualmente, las personas que sufren esta enfermedad suelen tener diferentes problemas psiquiátricos, sobre todo ansiedad y/o depresión. En estos pacientes, en situaciones de estrés, se produce un movimiento anómalo de los cartílagos aritenoides, que conduce al cierre paradójico de las cuerdas vocales.

En los últimos 15 años, aparte de la aparición de esta afectación en el contexto de enfermedades psiquiátricas, también se han descrito casos de pacientes en que la disfunción de las cuerdas vocales se produce habitualmente en ámbitos laborales, tras la inhalación de agentes irritantes. En concreto, los casos descritos se inician tras la exposición accidental a una alta dosis de un agente irritante y, posteriormente, la clínica se repite cada vez que el paciente se expone en diferentes irritantes (no tiene por qué ser el que ha originado la enfermedad), aunque sea a dosis bajas en principio no irritantes.

El estudio de los dos nuevos pacientes diagnosticados de disfunción de cuerdas vocales por el grupo de investigación que dirige el doctor Xavier Muñoz, profesor de Medicina de la UAB y médico del Hospital Vall d'Hebron ha sido publicado en la revista "Scand J Work Environ Health". Esta disfunción sólo tenía lugar cuando se exponían a un agente concreto de su ámbito laboral y no a otros agentes ni productos irritantes. En concreto, los agentes implicados eran maderas de iroko y cedro rojo, en un caso, y exposición a tóner de fotocopiadoras y/o impresoras en el otro.

Este hecho sólo había sido descrito en la literatura médica previamente en dos pacientes y hacer un correcto diagnóstico tiene trascendencia, puesto que, probablemente, el mejor tratamiento sea el cambio de puesto de trabajo y evitar la exposición al agente causal. La difusión de la existencia de esta enfermedad, según los investigadores, es importante para evitar diagnósticos erróneos, como podría ser el de asma ocupacional, patología con la cual fácilmente podría ser confundida.