Alertan de una inesperada mortalidad de bosques después de los fenómenos climáticos extremos

Episodi per sequera a la Noguera

Un equipo de investigación internacional con participación del investigador de la UAB y del CREAF Jordi Martínez-Vilalta alerta que bosques de todo el mundo que no se consideraban amenazados por episodios climáticos extremos sí que se están viendo fuertemente afectados. El estudio, liderado por el MIT, se ha publicado en la revista Annual Review of Plant Biology.

10/03/2022

En el estudio de revisión los investigadores han analizado los principales episodios de muerte de árboles y bosques ocurridos en todo el mundo en las últimas dos décadas en respuesta a los extremos climáticos. Los resultados han sido una sorpresa para el equipo de expertos forestales que ha realizado el estudio y subrayan que es probable que se produzca una mortandad más grande de árboles y bosques los próximos años que no se tenía en cuenta con el conocimiento científico disponible. Los expertos destacan que mejorar las infraestructuras de datos puede contribuir a mejorar la investigación en este campo y hacer una detección temprana de estos episodios de mortalidad.

Además del aumento de las temperaturas, el cambio climático se manifiesta también con fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes y graves. Es el caso de las sequías, y son ejemplos las sequías de los veranos de 2018 y 2019 que dañaron los bosques alemanes. Sin embargo, estos acontecimientos extremos y sus impactos no son fenómenos nuevos ni se limitan a Europa Central. Los informes sobre la mortalidad de los árboles inducida por el clima y los daños forestales a gran escala debido a los extremos climáticos se remontan a casi 50 años y se han ido produciendo en todo el mundo.

El análisis ha tenido también en cuenta los conocimientos de los expertos forestales locales. «Lo que más nos preocupa es que bosques que no se consideraban en riesgo se han visto fuertemente afectados», dice Henrik Hartmann, líder del estudio en el Max Planck Institute for Biogeochemistry de Jena, Alemania. Los autores documentan detalladamente ejemplos de Amazonas, Costa Rica y Estados Unidos, pero también de España, Australia y Alemania. “Todos estos ecosistemas forestales estaban situados en regiones en las que antes se consideraban improbables los extremos climáticos o bien se vieron afectados ecosistemas y especies arbóreas que se consideraban tolerantes a la sequía”, explica Jordi Martínez-Vilalta, investigador del Departamento de Biología Animal, Biología Vegetal y Ecología y del CREAF.

Dificultades en la detección temprana

Los autores también investigaron metodologías para detectar en una fase temprana estos episodios de mortalidad provocados por los extremos climáticos. Los resultados no son demasiado esperanzadores, la teledetección y los modelos de vegetación parecen tener limitaciones para ello. Por un lado, los satélites detectan los cambios en la cubierta forestal, las copas de los árboles, pero no captan el alcance real de los daños forestales. En cuanto a los modelos de vegetación, éstos siempre han tenido dificultades para predecir la mortalidad de los árboles. “Nos encontramos en una situación en la que los conocimientos actuales de los expertos están llegando a sus límites, porque los acontecimientos climáticos recientes, así como los que se esperan en el futuro, no tienen precedentes. Por tanto, no podemos prever las respuestas de los bosques”, afirma Ana Bastos, coautora del estudio y también jefe de grupo en el Instituto Max Planck de Biogeoquímica. “Aún no tenemos herramientas adecuadas para la detección rápida de los daños forestales, el análisis de la causalidad y las predicciones”.

Los mecanismos que provocan la muerte de los bosques podrían identificarse combinando conjuntos de datos ya existentes y contribuir así a mejorar los modelos de vegetación. Existen conjuntos de datos interesantes, como los inventarios forestales u otras actividades de seguimiento, pero debería mejorarse su resolución espacial y temporal. Actualmente, los árboles fallecidos y las posibles causas de mortalidad no suelen registrarse en absoluto. Además, los intervalos entre una recogida de datos y otra suelen ser demasiado largos y la densidad espacial de las parcelas es demasiado baja.

Una posible solución para llenar estas lagunas de datos es la teledetección. «Pero incluso en este caso, la resolución espacial suele ser demasiado baja como para detectar la muerte de árboles individuales», añade Bastos. Para entender mejor la muerte de los árboles podría ser crucial relacionar las condiciones del sitio con el comportamiento de las especies durante las condiciones climáticas extremas. Pero todavía queda mucho camino por recorrer antes de que esto ocurra. “El acceso fácil y abierto a los datos y la mejora coordinada a nivel internacional de los estudios forestales son elementos clave”, dice Hartmann, “y en realidad son objetivos técnicamente fáciles de alcanzar en el mundo actual”. Pero los obstáculos administrativos y legislativos a menudo se interponen por el camino.

En suma, el profesor Craig Allen, de Nuevo México (EE.UU.), autor principal del estudio y padre fundador del mapa mundial de la mortalidad de los bosques, concluye que es probable que sigan produciendo las muertes repentinas e inesperadas de árboles, “pronto, en un bosque cercano a nosotros”.

Artículo: Henrik Hartmann et al. Climate Change Risks to Global Forest Health: Emergence of Unexpected Events of Elevated Tree Mortality Worldwide. Annual Review of Plant Biology 2022 73:1. https://doi.org/10.1146/annurev-arplant-102820-012804