La última lección del profesor Salvador Cardús

Última lliçó de Salvador Cardús

“¿Somos crédulos o descreídos? El debilitamiento del pensamiento crítico”: éste es el título de la última lección de Salvador Cardús, profesor del departamento de sociología de nuestra facultad que se jubila este año. Este 24 de mayo le esperaban en la Sala d'actes de la Facultad sus alumnos actuales, más antiguos alumnos y colegas de profesión.

29/05/2023

Actualmente profesor de Epistemología y Sociología de la comunicación, Cardús ha sido decano de la facultad y, como él mismo ha recordado al inicio de la clase, ha dedicado 50 años a la sociología. Precisó que si en la facultad se estudia sociología, después hay que aprender, algo que él tuvo el privilegio de hacer como parte del grupo de investigación ISOR, fundado por Joan Estruch, de sociología de la religión. Así pues, ha dedicado la lección a Joan Estruch, a dos libros, La imaginación sociológica de Wright Mills y La invitación a la sociología de Peter Berger, ya sus alumnos de cuarto.

Sin "pesimismo ni nostalgia", el sociólogo ha empezado por deplorar la restricción progresiva de los espacios de libertad de expresión, particularmente en la academia. Propone que quizá sea una tendencia que forma parte de la misma condición humana, esos miedos y sentimientos permanentes que nos llevan a la reacción más que a la acción, y que él ejemplifica claramente con el miedo a las nuevas tecnologías. Cardús cita al clásico de comunicación Neil Postman que en Divertimos-nos hasta morir advierte de los peligros de la manipulación mediática, que podemos contrarrestar con la comprensión de estas nuevas prácticas, en definitiva, siendo capaces de domesticarlas.

La comprensión curiosa es en sí misma paradójica: la paradoja se convierte en estrategia de observación por la sociología, pero también responde a la ontología de la realidad en la que estamos inmersos. Según Cardús, la realidad social es compleja, y sólo desde esa mirada dialéctica podemos evitar tópicos y dados por supuesto.

Si la realidad es paradójica, la dicotomía “sociedad crédula o descreída” deja de tener sentido: una alimenta a la otra. No es extraño, recuerda el sociólogo, que en 2016 el Oxford Dictionaries declarara palabra del año la post verdad. Post verdad entendida no como engaño, sino como la disposición social de la opinión pública a ser influenciada por emociones y creencias personales más que por hechos objetivos y pruebas empíricas.

Cardús sigue: una sociedad que apela a la emoción parte de un culto a la subjetividad. Cita a autores como Chesterton o Huxley que ya avanzan este dominio del yo sentimental: en 1946 el autor de Un mundo feliz afirma que cuando aparecen “las encuestas sobre el problema de la felicidad, aparece el problema de amar la servidumbre”. Más recientemente, en Happycracia de Edgar Cabanas y Eva Illouz apuntan a la misma dirección. "El culto de la subjetividad sustituye, afirma Cardús, el sentimiento de culpa por la obligación de ser feliz". Illouz nos recuerda cómo la industria de la felicidad ha tomado el control de nuestras vidas.

Cardús remarca cómo ya en 1972 Joan Estruch relaciona la secularización con la innovación religiosa, y en 1996 en su discurso del IEC afirma que "la sociedad catalana no está presidida por la increencia sino por la credulidad". Tal y como Peter Berger también propondrá, "la propensión de creer en tonterías aumenta con la educación superior". En definitiva, Cardús defiende que la credulidad lleva a la renuncia a la búsqueda de la certeza y la verdad.

Este narcisismo autorreferencial, afirma Cardús, nos cierra a los demás y nos pone a la defensiva: sólo creemos a nosotros mismos, a nuestra propia experiencia emocional. El sociólogo cita a Richard Sennett de 1974 en The fall of the public man donde ya nos habla de las tiranías de la seducción-la apelación a la intimidad como un repliegue que nos lleva a una supuesta desocialización, sin la dimensión relacional que la mirada sociológica aporta a la vida cotidiana.

Como respuesta a ser uno mismo como derecho subjetivo fundamental, una idea que Cardús ya avanza a los 80's, es necesario ser capaces de discriminar y discernir. Cita un tweet de Manuel Delgado donde anima a las escuelas a educar a los niños para desconfiar de su propia subjetividad, en un acto primigenio de socialización. En semejante línea, Gilles Lipovetsky, crítico de la hipermodernidad, descubre el carácter sagrado de la autenticidad, valor que del campo del arte salta a lo cotidiano.

Según Cardús, se produce en el discurso de los últimos años una implosión de la vulnerabilidad: los discursos victimizadores de las minoras, amparadas por el lenguaje inclusivo y el pensamiento políticamente correcto, anticipa el riesgo, y, dice, “allana el camino a la intromisión de el Estado”. Cita algunos ejemplos de la cultura de la cancelación como las reescrituras de Roald Dahl y los efectos del imperialismo académico anglosajón, tanto a nivel de categorías y marcos mentales como lingüísticos. Sin embargo, también recuerda cómo autores clásicos como Shakespeare, Kant y Marx eran racistas y machistas siguiendo los criterios actuales, y que no por eso recomendaría dejar de leerlos. Cardús reivindica "el derecho a la blasfemia y el deber de tolerar el insulto". Y formula cinco conclusiones paradójicas:

1. La confianza social nace de la inteligencia social, no es producto de la candidez. La imaginación sociológica nos puede aportar la comprensión y compromiso necesarios para consolidar 

estos vínculos de confianza.

2. El sentido crítico es necesario para el aprendizaje: la autocensura en el aula reduce competencias y resultados.

3. Cuanto más ricos, más pesimistas. El optimismo es un factor de protección cerebral. Sin embargo, en el departamento de sociología se fomenta el pesimismo.

4. Debe tenerse en cuenta la permanencia de la condición humana más allá de variaciones contextuales.

5. La verdad importa: Somos la única especie que conocemos que la puede buscar.

Agradecemos esta última clase de Salvador que nos hace pensar. La jubilación no implica dejar la actividad intelectual, ya que como él mismo ha parafraseado, "Dejamos de trabajar para ponernos a trabajar". ¡Le deseamos un próximo curso 2023-2024 bien atareado!