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Formación profunda en las bases biológicas, sociales y comunitarias de la medicina. Para llegar a ella, es necesario un conocimiento profundo de las disciplinas de la nueva biología, que tienen que permitir los avances diagnósticos y terapéuticos del futuro. Además, se necesita una especial consideración para las bases sociales de la enfermedad y por las bases poblacionales de la salud.
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Desarrollo de un razonamiento clínico competente. Los años del ciclo clínico no deben suponer una acumulación exclusiva de conocimientos descontextualizados sin una comprensión adecuada de cómo se deben aplicar a la práctica clínica. Al graduarse, el médico debe de ser capaz de orientar los diagnósticos y de resolver terapéuticamente en aquellas situaciones que por su prevalencia e importancia son la práctica habitual del médico generalista.
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Compromiso social y ético de la profesión médica. Este es un objetivo irrenunciable en los nuevos graduados, que es necesario lograr con la formación en materias que han estado, mayoritariamente, ausentes de manera explícita de los planes de estudios de medicina y en el amplio desarrollo de otras que ya se encuentran presentes.
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Consideración humanista de la profesión. Un médico no será un buen médico si no dispone de una visión de su actividad que vaya más allá de la consideración biológica de la enfermedad. Para comprender mejor a sus pacientes, es necesario que tenga un buen conocimiento de la importancia del hecho de enfermar y de las diferentes maneras culturales de interpretar la enfermedad. Además, es necesario que tenga una actitud más proclive a entender las situaciones generadas por la pérdida de la salud y la manera en que ésta influye en las personas.