Género y trabajo
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Olga Vallejo: Esto es el Vagón de la Ciencia, el proyecto de la Universitat Autònoma de Barcelona dedicado a la divulgación científica. Esta tercera edición se centra en la diversidad, y en este capítulo hablaremos de género y trabajo. Para ello nos acompaña Vicent Borràs. Hola, Vicent.
Vicent Borràs: Hola.
OV: Vicent es profesor del Departamento de Sociología e investigador del Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana y el Treball de la UAB. Diversidad es diferencia, discrepancia, heterogeneidad, pluralidad, riqueza, variedad, contraste, antítesis... y todavía podría seguir un rato. ¿Hasta qué punto es imprescindible que la diversidad esté presente cuando se hace investigación?
VB: Si pensamos en el principio de los conocimientos o del método científico, siempre se ha intentado encontrar regularidades, y para encontrar regularidades siempre tendemos a simplificar un poco la realidad y a aglutinar cosas que son muy similares. Ahora bien, a partir de los años setenta, surge la idea de que se ha construido un conocimiento científico blanco, masculino y occidental, y empieza a haber un pensamiento crítico que dice que la realidad que estudiamos es mucho más plural que eso. Por lo tanto, debemos construir una misma mirada diversa. Esto hace que se encuentren dos caminos en el conocimiento científico: por un lado, debemos abordar el campo o el objeto de estudio entendiendo que son complejos y que no son homogéneos, y, por otro lado, como investigadores, debemos ser interdisciplinarios y debemos tener una mirada interseccional, es decir, debemos considerar más de una característica para definir el conjunto de las personas.
OV: Teniendo en cuenta que la sociología estudia la sociedad, la diversidad es un elemento con el que vosotros siempre trabajáis. Ahora pensaba en sociedades como la de Corea del Norte. Aunque Kim Jong-un pretenda que sean uniformes, también debe haber diversidad, aunque esté encubierta.
VB: Todas las sociedades son diversas entre ellas y en sí mismas. En todas las sociedades hay hombres y mujeres, personas LGTBIQ+, personas racializadas, personas que tienen disfuncionalidades o hándicaps psíquicos o intelectuales... Diversos lo somos todos.
OV: El Instituto Nacional de Estadística elabora cada cinco años la Encuesta de Empleo del Tiempo, que tiene como objetivo conocer la dimensión del trabajo no remunerado, fijándose en la distribución de responsabilidades familiares y las horas dedicadas a los cuidados personales, los estudios, el hogar y la familia, actividades culturales y de ocio, aficiones o actividades al aire libre... En los años veinte del siglo XXI, ¿todavía hay diferencias por cuestión de género en nuestro país?
VB: Hay muchas. No diferencias, porque cuando hablamos de diferencias el término puede resultar un poco neutro. El problema no es la diferencia, sino la desigualdad. Es decir, partiendo de una diferencia, sea física o no, construimos una desigualdad de acceso a medios o a servicios, en términos económicos o, como en este caso, en términos de trabajo. Actualmente, las mujeres hacen más del doble o del triple de trabajo doméstico y de cuidado que los hombres.
OV: Todavía ahora.
VB: Todavía ahora, sí.
OV: ¿Incluso en las generaciones jóvenes?
VB: En las generaciones jóvenes se ha visto un cambio en las dos últimas encuestas de empleo del tiempo que se han hecho. La última encuesta fue de 2009-2010 y ahora se está haciendo la de 2024, pero los datos de Cataluña todavía no están disponibles. Por lo tanto, solo podemos hablar de lo que ha pasado en las dos ediciones anteriores, y lo que vemos es que ha habido un cambio generacional. Algunos autores dicen que se está produciendo cierta convergencia de género, y otros hablan de revolución estancada. ¿Esto significa que, en cuanto al trabajo doméstico y de cuidado, los hombres se están aproximando a lo que tradicionalmente han hecho las mujeres, que era asumir la mayor parte de la carga?
Lo que podemos decir es que, generacionalmente, ha habido una disminución de la dedicación al trabajo doméstico por parte de las mujeres, es decir, han bajado los estándares. Podríamos decir que las mujeres que en la actualidad tienen 55 años o más viven en casas más limpias, ordenadas y organizadas que las mujeres que tienen 45 años o menos. Y las primeras también dedican más tiempo a cocinar que las segundas. Concretamente, para dar datos, la dedicación al trabajo doméstico generacionalmente ha disminuido 77 minutos al día por parte de las mujeres, mientras que en los hombres solo ha aumentado 7 minutos, y eso significa que la desigualdad todavía es muy grande. No se trata de vasos comunicantes en los que lo que no hace uno lo hace el otro; en realidad, lo que se produce es un cambio de hábitos. Eso ya lo sabíamos: cuando se produjo la revolución tecnológica, se pensaba que con los electrodomésticos disminuiría el trabajo doméstico, y se ha comprobado que no es así. Por ejemplo, se pensaba que con la lavadora disminuiría el tiempo dedicado a cuidar la ropa, pero ahora se lava más, hay que tender y doblar más ropa, hay que poner la secadora... Es decir, el tiempo es el mismo.
OV: Ahora que hablabas de revolución tecnológica, ¿hay puntos de inflexión que sean el origen de un cambio de tendencia, como el fin de la dictadura, la incorporación de la mujer al trabajo...?
VB: El cambio viene de más atrás. El cambio más fuerte en el ámbito doméstico se produjo cuando llegaron el agua corriente y el gas a las viviendas. Ese fue el cambio real, porque lo que suponía más trabajo doméstico era cargar el agua. La llegada del agua conlleva que se pudiera utilizar para cocinar alimentos, lavarse... Y el agua también elimina residuos: hay toda una parte del trabajo doméstico que consiste en la eliminación de residuos, y requería mucho tiempo. También fue importante el fuego, que era el que daba energía.
Esos fueron los cambios realmente revolucionarios, no los de la tecnología. Lo que hizo la tecnología fue crear a la mujer como consumidora: durante la Revolución Industrial, se producían muchos productos en poco tiempo, pero se necesitaba gente que los comprara, y la gente no compraba porque sí, sino que tenía que darle un uso al producto. Por ejemplo, las primeras publicidades de la olla a presión, a principios de siglo, se dirigían a la clase dominante que tenía criadas, y decían: «Porque la mujer moderna ahorra tiempo». ¡Si ella no guisaba! Pero se la tenían que vender a alguien, y era a esa mujer, que era la única que podía comprarla. Así pues, se construyó esa idea del ama de casa, para adjudicar a las mujeres todas esas responsabilidades y el consumo que ello implica. En otros países, eso lo hicieron las revistas femeninas, pero en España, que llegamos más tarde a causa de la Guerra Civil, fue a partir de los años sesenta cuando tuvimos el boom consumista, y fue la Sección Femenina quien creó en la posguerra esa figura del ama de casa, y las españolas eran las más limpias de toda Europa. Por eso las mujeres que emigraron a Francia se dedicaban al servicio doméstico. De hecho, aquí, para referirse a una mujer de la limpieza se decía que era «una filipina», y en Francia decían que era «una Conchita».
OV: Porque eran españolas y lo hacían muy bien, ya que tenían mucha práctica al haber dedicado tantas horas a esas tareas. ¿Se conocen los factores determinantes para que el género deje de influir en ese compromiso de hacerse cargo de las tareas del hogar?
VB: Antes has apuntado la idea de la incorporación al mundo laboral. Las mujeres no se incorporan al mercado laboral, porque siempre han estado en él. Las que se incorporan son las burguesas, pero las mujeres de clase trabajadora han estado siempre en él. Hay mucha evidencia científica al respecto. Podríamos citar a Mary Nash; Paloma Candela, que hizo un trabajo sobre las cigarreras en Madrid; Cristina Borderías, que ha tratado a las mujeres en la industrialización en Cataluña y en el sector textil... Las mujeres trabajadoras han estado presentes en el mercado laboral siempre, porque la clase trabajadora tenía niveles de ingresos muy bajos.
OV: Todo el mundo tenía que trabajar.
VB: Y se construye a la mujer como un objeto de representación social. La mujer es una consumidora vicaria, se convierte en un elemento del estatus del marido. Por este motivo, si el marido sube de categoría sociolaboral, debe sacar a su mujer del mercado laboral; en caso contrario, parecería que es un hombre que no tiene el poder o el prestigio necesarios para mantenerla. Por lo tanto, que una mujer trabaje es un desprestigio para el hombre, y por eso las mujeres burguesas se dedican a la casa. Y son esas mujeres las que tienen hijas a las que les dicen: «Tú no hagas lo mismo que yo, no seas una mantenida, tienes que ser una mujer libre...», y las hijas de esas mujeres son las que entran en el mercado laboral y acaban colocándose en mejores puestos que las hijas de clase trabajadora. Son ellas las que acaban construyendo el discurso de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo.
OV: ¿Cómo se explica la corresponsabilidad en parejas homosexuales?
VB: En parejas homosexuales el género no opera. El género no es una cuestión biológica, sino una construcción social. Ya lo dijo Simone de Beauvoir: «No se nace mujer, se llega a serlo». En el proceso de socialización, a las mujeres se las educa para que se hagan responsables de la casa, los hijos y el marido; y a los hombres, para que sean los principales mantenedores del hogar. Si un hombre no tiene trabajo, su masculinidad se ve cuestionada. Si una mujer no tiene hijos, no tiene un hogar o no forma una familia, su feminidad se ve cuestionada. Lo que pasa en las parejas homosexuales es que llegan dos personas que están socializadas de la misma manera y, por lo tanto, no hay una lucha o un reparto de roles en función del género. Lo que operan son otras características, por ejemplo, quién termina antes de trabajar. Y uno de los dos miembros no se siente nunca cuestionado porque falle su patrón de masculinidad o feminidad.
OV: ¿Estos patrones están cambiando? ¿Es un proceso lento?
VB: Han cambiado algunas cosas y otras no. Ha cambiado la incorporación de los hombres al trabajo de cuidado: ahora tenemos hombres que dedican más tiempo a los hijos que el que sus padres les dedicaron a ellos. Ahora bien, al mismo tiempo, ha aumentado el tiempo de dedicación de las mujeres. Por lo tanto, no es que vayamos hacia una disminución de la desigualdad, sino que nunca en la historia de la humanidad se ha dedicado tanto tiempo al cuidado de los niños como ahora. Y la percepción que tienen las mujeres es que todavía le dedican poco tiempo, porque se comparan con un modelo de madre abnegada, omnipresente todo el día, y siempre piensan que no llegarán al estándar. Por otro lado, tenemos unos hiperpadres supersatisfechos porque se comparan con lo que sus padres hicieron con ellos y piensan que son la repera, que han hecho más que nadie. Nos encontramos esta paradoja: los hombres tienen un estándar muy bajo, y las mujeres dedican más tiempo al cuidado de los niños, pero tienen la sensación de que le dedican menos.
OV: Si buscamos «brecha salarial» en Google, vemos que el género vuelve a influir en la realidad del trabajo remunerado fuera del hogar. En España, en 2025, las mujeres cobran de media un 19,6 % menos que los hombres. Esta diferencia salarial de unos 5.000 euros al año repercute en las pensiones y potencia el riesgo de pobreza. En España se aprobó el Real Decreto 302/2020, de 13 de octubre, de Igualdad Retributiva entre Mujeres y Hombres, que tiene el objetivo de garantizar la igualdad retributiva y la transparencia salarial. ¿Es imprescindible que la legislación abogue por esta igualdad? Si esto no ocurre, ¿no nos transformaremos, como sociedad?
VB: Cuando hablamos de brecha salarial, confluyen varios fenómenos. La gente a veces piensa que existe esa brecha porque las mujeres cobran menos por el mismo trabajo y dedicando el mismo tiempo, pero aquí se esconden varias cosas. En realidad, las mujeres cobran menos que los hombres porque realizan trabajos que están peor pagados y porque el tiempo de dedicación al trabajo remunerado es menor. Esto es así porque muchas mujeres tienen que hacer otros trabajos y porque hay cierta permisividad social para que las mujeres trabajen menos. No tienen tanta presión.
Por eso, cuando se crea un puesto de trabajo a tiempo parcial, generalmente se piensa en una mujer. Daré un dato de Cataluña: actualmente, el 48 % de las mujeres que están ocupadas en Cataluña cobran menos del salario mínimo interprofesional. Esto no quiere decir que se incumpla la ley, lo que sucede es que esas mujeres trabajan menos horas. Aquí ya tienes una parte de la explicación de esta dificultad. Y hay que tener en cuenta que estamos en una época de creación de empleo, no de destrucción de empleo, porque si fuera así eso sería mucho peor aún. Otro ejemplo lo encontramos en la universidad, con docentes funcionarios o contratados por la Generalitat como laborales fijos. En principio, por la misma categoría todos tienen el mismo salario, pero existen pluses. Es decir, un profesor de universidad puede ser secretario o director de departamento, vicedecano...
OV: Y estos extras los asumen más hombres que mujeres.
VB: Efectivamente. Pondré un ejemplo: cuando llega ese momento de la vida en el que la gente empieza a tener hijos, vi compañeros de mi generación con una dedicación estándar en la Universidad que, cuando tuvieron hijos, empezaron a venir más a la Universidad, porque decían que en su casa no se podía estar, que estaba la suegra y todo el mundo. Entonces, empezaron a asumir cargos, porque pensaban: «Ya que estoy en la Universidad todo el día, aprovecho para apuntarme a cualquier cargo». Eso en las mujeres acostumbra a ser al revés: las mujeres que acaban de tener un hijo o una hija lo que quieren es terminar pronto de trabajar porque tienen otras responsabilidades y trabajos en casa.
OV: Vicent Borràs, profesor del Departamento de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona, muchas gracias por haber subido al Vagón de la Ciencia.
VB: Gracias a vosotros.
OV: Y tú, si quieres saber más, escucha otro capítulo.
El Vagón de la Ciencia, un proyecto de la Universitat Autònoma de Barcelona con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya.
Investigador
Vicent Borràs Català
Profesor titular del Departamento de Sociología de la UAB e investigador del Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT) y del Instituto de Estudios del Trabajo.
Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la UAB, diplomado en Magisterio por la Universidad de Valencia y doctor en Sociología por la UAB con la tesis «El consumo, un análisis sociológico: la estructuración del consumo y los grupos sociales en la Región Metropolitana de Barcelona».
Ha sido vicedecano de Organización Académica (2012-2018) y secretario del Departamento de Sociología (2018-2020) en la Facultad de Ciencias Políticas y de Sociología de la UAB.
Su trayectoria académica comenzó en 1991 como becario en el QUIT. En esa época hizo estancias predoctorales en la Universidad de California en Berkeley, la Universidad de Chicago y la Universidad de Essex, y en 2014 hizo una estancia de investigación en el Center for the Study of Men and Masculinities de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook.
Su producción científica es numerosa y se publica en las revistas más importantes de sus áreas de conocimiento: trabajo y género, métodos de investigación, consumo, mercado de trabajo y la relación entre tiempo, trabajo y vida cotidiana. También es revisor de revistas especializadas en estos ámbitos.
Se puede encontrar la producción científica de Vicent Borràs Català en el Portal de Investigación de la UAB.
Información complementaria