2. Diversidad y género

El concepto de género surge por la necesidad de diferenciar este concepto del sexo biológico y mostrar que ser mujer u hombre no solo depende del cuerpo, sino también de las normas sociales que nos enseñan cómo debemos comportarnos.
La filósofa francesa Simone de Beauvoir ya lo decía en 1949 en su libro El segundo sexo: «No se nace mujer, se llega a serlo». Esto quiere decir que lo que entendemos por «ser mujer» o «ser hombre» puede cambiar según el lugar, el tiempo o la cultura.
Con el tiempo, diferentes movimientos feministas han aportado ideas para entender mejor estas diferencias. Algunos se han centrado en la desigualdad económica; otros, en el valor de la experiencia femenina, y otros, en cómo se entrecruzan aspectos como la raza o la identidad. De esta forma, se ha creado lo que conocemos como perspectiva de género, que no solo nos permite preguntarnos dónde están las mujeres en los diferentes ámbitos del conocimiento científico y de la realidad (política, cultural, económica, mediática…), sino por qué no hay tantas y cómo se ha construido una realidad pensada desde el punto de vista de los hombres.
Esta perspectiva de género nos ayuda a ver y denunciar las desigualdades que todavía existen entre mujeres y hombres.
Durante los últimos cien años, las mujeres han ganado presencia en el mundo del trabajo. Sin embargo, todavía hay muchas desigualdades. Las mujeres cobran de media un 20,9¿% menos que los hombres. Eso se debe, entre otros factores, a que 3 de cada 4 trabajos a tiempo parcial los hacen mujeres, y que muchos de los sectores donde trabajan están mal pagados.
En Cataluña, casi la mitad de las mujeres cobra menos del salario mínimo. Además, muchas han sufrido acoso sexual en el trabajo. Su situación empeora aún más si tenemos en cuenta la carga de trabajo doméstico y de cuidado que también asumen.
Aunque cada vez más mujeres trabajan fuera de casa, esto no ha ido acompañado de un reparto equitativo de las tareas domésticas y de cuidado. Las mujeres todavía hacen el triple de tareas del hogar que los hombres. Además, suelen hacer las tareas más pesadas.
Eso genera un debate: hay quien piensa que avanzamos hacia la igualdad y hay quien dice que estamos en una «revolución estancada», es decir, que las mujeres han cambiado mucho, pero los hombres muy poco.
Las mujeres han accedido a trabajos que antes solo hacían los hombres. Sin embargo, sigue habiendo barreras como el techo de cristal, que impide que lleguen a cargos altos, o el suelo pegajoso, que les hace muy difícil salir de trabajos precarios.
En cambio, los hombres no han accedido a trabajos tradicionalmente femeninos, ni siquiera a los que tienen buenas condiciones. Por ejemplo, en las guarderías de Barcelona, solo 11 de cada 1.000 profesionales son hombres, y eso no ha cambiado en 25 años.
Se empieza a ver una pequeña reducción de la desigualdad de género en las tareas domésticas, sobre todo porque las mujeres le dedican menos tiempo, no porque los hombres le dediquen más. Las mujeres jóvenes hacen menos trabajo en casa que las mayores, pero los hombres han aumentado muy poco su dedicación.
Sí se ha visto un aumento del tiempo que los hombres dedican a cuidar a las criaturas, pero eso no ha reducido el tiempo que le dedican las madres, que a menudo viven lo que se conoce como maternidad intensiva.
En total, las mujeres trabajan más horas que los hombres (sumando el trabajo remunerado y el no remunerado). Esto hace que tengan menos tiempo libre, y que a menudo tengan que combinar este tiempo con otras obligaciones. En cambio, los hombres suelen tener un tiempo personal semanal solo para ellos.
El género no es lo mismo que el sexo biológico.
El sexo hace referencia al cuerpo, mientras que el género tiene que ver con las normas sociales que nos dicen cómo deben comportarse las mujeres y los hombres.
Simone de Beauvoir, una filósofa francesa, dijo hace muchos años:
«No se nace mujer, se llega a serlo».
Esto quiere decir que ser mujer u hombre depende también de la educación, la cultura y el tiempo en que se vive.
Varios movimientos feministas han ayudado a entender mejor estas diferencias.
Algunos hablan de la desigualdad económica.
Otros dan importancia a la experiencia de las mujeres.
También hay quienes hablan de cómo afecta el género
junto con otros factores,
como la raza o la clase social.
Gracias a estas ideas,
se ha creado lo que se denomina perspectiva de género.
Esta perspectiva o mirada nos sirve para preguntarnos
por qué no hay tantas mujeres
en ámbitos como la política, la cultura o los medios de comunicación.
También nos ayuda a entender las desigualdades
y a denunciar que, todavía en la actualidad, hombres y mujeres
no tienen las mismas oportunidades.
En los últimos cien años, las mujeres han empezado a trabajar más fuera de casa.
Pero todavía hay muchas diferencias:
- Las mujeres cobran menos dinero que los hombres.
- Muchas mujeres tienen trabajos de media jornada porque tienen que cuidar a criaturas o personas mayores.
- Además, muchas mujeres han sufrido acoso sexual en el trabajo.
En casa también hay desigualdades.
Aunque muchas mujeres trabajan fuera,
las tareas domésticas y de cuidado no se reparten igual.
Las mujeres hacen el triple de trabajo en casa que los hombres,
y a menudo hacen las tareas más pesadas.
Algunas personas piensan que estamos avanzando
hacia la igualdad entre mujeres y hombres.
Otros creen que no se está avanzando.
Las mujeres hacen trabajos que antes solo hacían los hombres, pero aún se encuentran con dificultades para llegar a cargos importantes.
Esto se llama techo de cristal.
También hay muchas mujeres que hacen trabajos mal pagados
y les cuesta cambiar de trabajo. Esto se llama suelo pegajoso.
Los hombres, en cambio, hacen muy pocos trabajos
de los que tradicionalmente hacían las mujeres.
Por ejemplo, en las guarderías de Barcelona,
de cada 1.000 trabajadores solo 11 son hombres,
y eso no ha cambiado en los últimos 25 años.
En cuanto a las tareas del hogar, ha habido una pequeña mejora.
Las mujeres hacen un poco menos de tareas domésticas que antes,
porque le dedican menos tiempo,
pero los hombres todavía hacen muy pocas tareas.
Los hombres sí pasan más tiempo cuidando a las criaturas,
pero eso no hace que las mujeres le dediquen menos tiempo.
Las madres siguen siendo las que tienen más responsabilidad.
Si sumamos el trabajo con sueldo y el trabajo del hogar,
las mujeres trabajan más horas que los hombres.
Por eso tienen menos tiempo libre, y, cuando tienen tiempo libre,
a menudo deben combinarlo con tareas familiares.
Los hombres, en cambio, tienen más tiempo para ellos solos.
Texto adaptado por la Asociación Lectura Fácil

Autor
Vicent Borràs Català
Profesor titular del Departamento de Sociología de la UAB e investigador del Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT) y del Instituto de Estudios del Trabajo.
Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la UAB, diplomado en Magisterio por la Universidad de Valencia y doctor en Sociología por la UAB con la tesis «El consumo, un análisis sociológico: la estructuración del consumo y los grupos sociales en la Región Metropolitana de Barcelona».
Ha sido vicedecano de Organización Académica (2012-2018) y secretario del Departamento de Sociología (2018-2020) en la Facultad de Ciencias Políticas y de Sociología de la UAB.
Su trayectoria académica comenzó en 1991 como becario en el QUIT. En esa época hizo estancias predoctorales en la Universidad de California en Berkeley, la Universidad de Chicago y la Universidad de Essex, y en 2014 hizo una estancia de investigación en el Center for the Study of Men and Masculinities de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook.
Su producción científica es numerosa y se publica en las revistas más importantes de sus áreas de conocimiento: trabajo y género, métodos de investigación, consumo, mercado de trabajo y la relación entre tiempo, trabajo y vida cotidiana. También es revisor de revistas especializadas en estos ámbitos.
Se puede encontrar la producción científica de Vicent Borràs Català en el Portal de Investigación de la UAB.
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