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08/06/2020

Almacenar e intercambiar el conocimiento indígena y local. Una revisión de la literatura

indígena

En este estudio del grupo de investigación LASEG de ICTA-UAB se reivindica el conocimiento indígena y local (CIL) que guarda relación especial con la naturaleza y la tradición milenaria y que es tan válido como la ciencia. Preservarlo significa contribuir a la sostenibilidad y luchar contra el cambio climático, de todos modos, el análisis de estudios que promueven la conservación de iniciativas de este tipo muestra que las academias dirigen el proceso y que algunas empresas lo usan para en su provecho y supeditan estas técnicas y el tejido social que domina este saber.

Intercambiando conocimiento local sobre plantas cultivadas.

Las comunidades indígenas y locales han desarrollado un entendimiento sofisticado sobre su medio manteniendo una relación armoniosa con la naturaleza durante miles de años. Su lenguaje, así como las tradiciones orales, su cosmovisión y sus prácticas innovadoras conforman un cúmulo de conocimientos adquiridos por miles de años de experiencia y son sistemas de conocimiento indígena y local (CIL) que lamentablemente se están perdiendo.

Ante ello han surgido iniciativas para conservar el CIL, en parte debido al reconocido valor de estos conocimientos para la conservación de la biodiversidad, la producción sostenible de alimentos, o la adaptación a los efectos de las sequías o cambios en patrones de lluvias. Desde la academia se discute cada vez más la necesidad de ir más allá de la ciencia normal -la que pensamos como fuente única de conocimiento- y se apuesta por la inclusión de distintas perspectivas y modos de ver el mundo para resolver problemas tan complejos como el cambio climático.

Hay, por tanto, evidencias de la necesidad de rescatar, documentar, diseminar y coproducir CIL, pero en estos esfuerzos, cuando vienen del mundo académico, realmente no participan los poseedores de CIL y generalmente se sigue un enfoque de arriba abajo, es decir, se implantan desde la academia. En este sentido, cuando hablamos de CIL, es preciso hablar de los poseedores del conocimiento quienes comparten su experiencia y saberes milenarios. Y, más allá de lo que nos pueden aportar a las problemáticas de hoy, su naturaleza es invaluable.

El estudio encabezado por Petra Benyei demuestra que dentro del mundo académico las iniciativas para conservar el CIL no son participativas. De las 138 iniciativas de conservación del CIL analizadas (extraídas de 103 artículos científicos), en casi el 80% de los casos la participación de los poseedores de CIL consistió en mostrar lo que saben para recopilar su conocimiento. Solamente entre el 10% y 15% de las 138 iniciativas, los poseedores del conocimiento se encargaban de la administración y diseminación de su conocimiento, mientras que sólo en un 2% de las iniciativas participaban del diseño y en un 5% eran quienes promovían la idea. Los investigadores, pues, son quienes diseñan las iniciativas sin los poseedores del conocimiento. Por tanto, aunque los investigadores reconozcan la importancia del CIL, se jerarquizan las formas de producir el conocimiento, hecho que nos remite a la idea de que el conocimiento tradicional “sirve”, pero no puede legitimarse como ciencia.

Las iniciativas del estudio promovían en general el objetivo de conservación biológica o el desarrollo económico y para cumplirlo requerían de la documentación el CIL. No obstante, aún as estamos lejos de reconocer el valor intrínseco de los sistemas de conocimiento indígena y local como parte del patrimonio cultural e identidad de cada comunidad, ya que se favorecen unos conocimientos por encima de otros. Por ejemplo, 37 de las iniciativas promovían la conservación del conocimiento medicinal, hecho que puede estar influenciado por tendencias de mercantilización del conocimiento que atentan contra los derechos de propiedad intelectual de las comunidades.

Pero entonces, ¿a quién le corresponde, documentar, compartir y proteger los sistemas CIL?, ¿a los poseedores del conocimiento?, ¿a los científicos?, ¿a los políticos?, ¿a la sociedad?... Sin duda hay avances, muestra de estos son la cantidad de iniciativas reportadas, sin considerar todas las iniciativas que están surgiendo desde las comunidades y desde la sociedad civil. Se tracta de iniciativas no documentadas en el “ámbito científico” pero reúnen grandes esfuerzos por la recopilación, reproducción, transmisión y revitalización del conocimiento sin intereses o fines de lucro.

En conclusión, este estudio destaca que se requiere de una mayor articulación de iniciativas desde el interior de las comunidades para proteger el CIL y fomentar la inclusión de diversos actores. Por ello, vale la pena hacer un llamado a reflexionar sobre cómo y con quiénes diseñamos nuevas estrategias para la protección del CIL que permitan frenar su deterioro, fomentar su transmisión hacia procesos de cocreación de conocimiento entre academia, sociedad y comunidades indígenas y liderar un giro participativo en el diseño e implementación y desarrollo de estas iniciativas.

Guadalupe Arreola, Petra Benyei y Victoria Reyes-García
Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA)
Universitat Autònoma de Barcelona

Referencias

Benyei, P., Arreola, G. & Reyes-García, V. Storing and sharing: A review of Indigenous and Local Knowledge conservation initiatives. AMBIO A Journal of the Human Environment (2019). https://doi.org/10.1007/s13280-019-01153-6

 
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