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Casa Convalescència

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La Casa de Convalescència fue construida entre 1922 y 1930 dentro del perímetro del complejo hospitalario del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, en el barrio del Guinardó (distrito de Horta-Guinardó, Barcelona). El Hospital de la Santa Creu de Barcelona tiene su origen en el siglo XV, cuando el Capítulo de la catedral de Barcelona y el Consejo de Ciento encargaron la construcción de un hospital en el barrio del Raval que unificara los cinco hospitales de origen medieval existentes en la ciudad. La primera piedra fue colocada en 1401, pero el edificio creció hasta el siglo XVIII.

En el año 1622 surgió la idea de crear un edificio dedicado a la convalecencia, que permitiera separar los pacientes convalecientes de los enfermos más graves e infecciosos. El proyecto se materializó a partir de 1629 gracias a un primer legado económico. Las obras se pararon de 1638 a 1646 debido a un incendio, y se retomaron aquel mismo año gracias al generoso legado del mercader Pau Ferran. La Casa de Convalecencia era administrada independientemente del hospital, con fondos económicos y patronazgo propios. A inicios del siglo XX, la superpoblación de Barcelona y la insuficiencia del hospital de la Santa Creu evocan la necesidad de un nuevo hospital, que empezará a construirse a partir de 1902 lejos del barrio colapsado del Raval. El terreno escogido está en el Guinardó, que en aquel momento era una zona de cultivos, pastoreos y cortijos dispersos.

El principal promotor fue el banquero Pau Gil i Serra (1816-1896), que en su testamento legaba una suma importante para la compra de un terreno y la construcción de un hospital civil que incorporaría las mejoras sanitarias, tecnológicas y constructivas de los hospitales extranjeros y que llevaría su nombre, Hospital de Sant Pau. En 1913, el hospital pasa a denominarse de la Santa Creu i Sant Pau.

El complejo hospitalario fue proyectado por Lluís Domènech i Montaner (1850-1923), arquitecto modernista notable, coetáneo de Antonio Gaudí (1852-1926) y Josep Puig i Cadafalch (1867-1956). Su hijo y colaborador, Pere Domènech i Roura (1881-1962), fue el continuador de la obra en su muerte y, en concreto, quien ejecutó la nueva Casa de Convalecencia: un edificio majestuoso, situado en el chaflán nordeste del complejo, y opuesto al Pabellón de la Administración del Hospital, de forma que ambos edificios están dialogando.

Las fachadas del edificio son grandiosas, teatrales y robustas. La frontal combina la sobriedad de los materiales -ladrillo, piedra- con la sofisticación de la decoración de gusto medieval y renacentista: arquerías ciegas, arcos de medio punto y peraltados, ventanas trilobuladas, pequeños rosetones, pináculos, columnas con capiteles florales, torres de vigilancia, balcones corridos y hornacinas en las esquinas. También se incorpora un pórtico cubierto por una balconada corrida a lo largo de la fachada.

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La Casa de Convalecencia del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau tenía la misma gestión y las mismas funciones que la antigua Casa de Convalecencia de Barcelona, edificada en el barrio del Raval a partir de 1629. El coste no se sufragó con el dinero procedente del testamento de Pau Gil, como una parte importante del hospital, sino con el importe conseguido con la venta de la antigua Casa de Convalecencia en 1925 (1.750.000 pesetas), así como otros ingresos particulares y procedentes de cobros (misas, censos).

El edificio, con capacidad para unos 100 enfermos, permitía ingresar pacientes del hospital y separarlos de los enfermos graves y de posibles focos de infección. Estaba gestionada por las Hermanas Hospitalarias, igualmente responsables del cuidado de enfermos en el hospital, y tenía capilla, farmacia, cocina y comedores propios.

El vestíbulo se sitúa en el centro del edificio y da a los aposentos públicos y de servicio de la planta baja (comedores, oficina, sala de juntas), así como acceso al primer piso por la escalinata. Tiene el techo cubierto de una bóveda vaída o de pañuelo, y columnas de piedra calcárea con capiteles compuestos. Los muros del vestíbulo se revistieron con mosaicos historiados.

Domènech i Montaner manifestó en 1923 la voluntad de representar cuatro escenas de la historia de la Casa de Convalecencia desde el siglo XVII hasta el siglo XX, pero la iconografía acabó variando: un primer plafón se dedicó a Elena Soler, noble barcelonesa, testando en 1656 a favor de la Casa de Convalecencia del Raval; un segundo representaba a la benefactora Lucrècia Gualba en 1629; y en un tercero figuraban los administradores del Hospital de la Santa Creu el 24 de enero de 1680, día de la bendición de la antigua Casa de Convalecencia. En la restauración de los años 90 se optó por no intervenir en los fragmentos de mosaicos que habían sido recientemente vandalizados y que conocemos por fotografías.

La cerámica, así como el ladrillo vidriado, no solo tenía un valor ornamental, sino que permitía una limpieza más eficiente de los espacios, un mejor aislamiento térmico y una mayor resistencia al desgaste en zonas de mucho paso. Por estos motivos se colocó en el vestíbulo, las escaleras, las oficinas, el comedor, la sala de juntas, los dormitorios, las escaleras secundarias –que cuentan con cerámica monocromática simple- y los pórticos del jardín, donde se instaló cerámica de cartabón o de vela, que se compone de piezas cuadradas divididas diagonalmente, pintadas de verde y blanco, muy típica en Cataluña, València y Mallorca en el siglo XVI.

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La escalera principal, el espacio interior mejor conservado del edificio, conducía a la capilla y las terrazas. Se trata de una escalera de estilo imperial, es decir, compuesta de un tramo recto que en el rellano se divide en dos tramos paralelos más estrechos. Tenemos ejemplos próximos, como la actual Sede del Consejo de Mallorca, y lejanos, en el Palacio de Invierno de San Petersburgo o el Museo de Historia del Arte de Viena.

Los muros están recubiertos de cerámica de gusto barroco, con predominio de los colores azul, verde y amarillo, que coge como modelo tanto las propias cerámicas de la antigua Casa de Convalecencia del siglo XVII (hoy sede del Institut d’Estudis Catalans), como modelos coetáneos del estilo de la Plaza España de Sevilla, colofón de la Exposición Iberoamericana de 1929. La documentación los atribuye al pintor y dibujante Francesc Labarta i Planas (1883 – 1963), miembro del equipo de Domènech i Montaner.

De abajo a arriba, podemos clasificar la temática de los mosaicos en cinco categorías:

- Los mensajes cristianos promoviendo las virtudes teologales, inscritos en escudos de gusto italiano. Desde inicios de la edad media, la fundación de hospitales estaba ligada principalmente a la iniciativa eclesiástica, que con esta ejercía dos preceptos fundamentales de la doctrina cristiana: la caridad (“Ama al prójimo como a ti mismo”, Mateo, 22, 39) y la hospitalidad.

- Los escudos de Barcelona, del Hospital de Sant Pau y de la Casa de Convalecencia. Este último integra el escudo del Hospital de la Santa Creu y los de los cuatro benefactores de la antigua Casa de Convalecencia.

- Los escudos heráldicos de los nobles barceloneses que en el siglo XVII costearon la primera Casa de Convalecencia de Barcelona. De izquierda a derecha: Elena Soler, Lucrècia de Gualba, Pau Ferran y Victòria Astor. El escudo con herraduras de Pau Ferran, que contribuyó con la cantidad más cuantiosa, aparece multiplicado en todo el edificio.

- La fecha de inauguración del edificio, en números romanos: MCMXXX. El rey Alfonso XIII inauguró los últimos pabellones construidos en el recinto durante su visita en Barcelona en enero de 1930.

- Cerámica ornamental, combinada con molduras, para llenar los espacios libres entre los plafones principales. Retoma elementos y composiciones de la cerámica catalana barroca, muchos en forma de grotescos, integrando elementos vegetales, pájaros, jarras, flores y frutos, conchas y querubines. Es interesante subrayar como el ceramista trabajó pensando en modelos antiguos y copiando motivos de la cerámica hecha por Llorenç Passoles en el siglo XVII en la antigua Casa de Convalecencia.

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Los aposentos principales del primer piso eran la capilla -hoy Aula Magna-, en el centro del edificio, y, a ambos lados, los dormitorios comunes femenino (en el norte) y masculino (en el sur), que tenían accesos diferenciados a través de escaleras situadas en cada uno de los extremos del edificio. Los dormitorios del primer piso accedían directamente a los balcones y terrazas por puerta-ventanas y ventanas. Los dormitorios del segundo piso no tenían salida al exterior. La orientación perfecta este–oeste del edificio permitía el asoleo y ventilación óptimos de los aposentos y las terrazas y el máximo aprovechamiento de la luz natural. Domènech i Montaner, como hizo años antes Ildefonso Cerdà (1815-1876), adoptó medidas higienistas para mejorar las condiciones de vida de ciudadanos y pacientes.

Desde la parte alta de la escalinata, en el primer piso, se observa:

- La entrada a la capilla, con decoración neobarroca y el escudo de Pau Ferran, principal mecenas de la antigua Casa de Convalecencia. El apellido Ferran, derivado de la palabra “ferro” (hierro), se sintetizaba en el escudo en forma de tres “herraduras” de seis agujeros. El escudo se repite con variaciones a lo largo y ancho de todo el edificio: en pavimento, dinteles, capiteles, vitrales, y plafones mosaicos, entre otros.

- Una balconada vidriada que rodea la escalera, con carpinterías de estilo Alfonso XIII y vidrios con motivos ornamentales, incluyendo, de izquierda a derecha, los escudos de Lucrècia Gualba, Pau Ferran, la ciudad de Barcelona, el escudo carmelita y el de Elena Soler. Originalmente, las ventanas estaban a raíz de la escalera, y la circulación alrededor de la escalera se hacía por el exterior, bajo porche.

- La escalera metálica en acero patinable (o Corten). Planteada durante la restauración del edificio llevada a cabo por Tusquets, Díaz & Associats entre 1995 y 2000, facilita la comunicación con los pisos superiores y se adapta a los nuevos usos del edificio. El despacho del arquitecto Òscar Tusquets fue asimismo el responsable de la restauración del Palau de la Música Catalana, también de Domènech i Montaner.

- Los pabellones hospitalarios más próximos a Casa Convalecencia: a la izquierda el de Santa Victoria, y al fondo, el Pabellón Central del hospital, edificio donde residía y trabajaba la comunidad de Hermanas Hospitalarias que regentaban el hospital.

Saliendo de Casa Convalecencia desde este nivel, se aprecia la fachada posterior del edificio, que presenta un juego de volúmenes muy remarcable, obtenido por la combinación de aperturas de dimensiones y perfiles diferentes; los pináculos; y tres tipos de cúpula: la principal, semiesférica; las cuatro que rodean la principal, apuntadas; y la que cubre la caja de escaleras, llanura sobre conchas. El conjunto tiene reminiscencias turcas, y hace pensar en construcciones como la antigua basílica de Santa Sofía o la mezquita de Ortaköy (Estambul), que Domènech i Roura conocía bien como demuestran croquis hechos de su mano. En uno de los dibujos iniciales del proyecto se preveía, detrás del edificio, un cierre monumental y una gran avenida que comunicaría la Casa de Convalecencia con los edificios posteriores.

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La Casa de Convalecencia disponía de su propia capilla dedicada a San Jorge. Era un espacio de 27 metros de altura, situado en el centro del edificio, entre los dormitorios femeninos y los masculinos. Era prácticamente cuadrada y estaba dividida en tres naves separadas entre ellas por columnas con fuste de piedra calcárea y capiteles de piedra de Vilaseca de estilo compuesto. A media altura tenía unas balconadas, decoradas con jarras de piedra, desde donde los enfermos que dormían en el segundo piso habrían podido asistir a los oficios. La mitad superior de la capilla presentaba numerosos vitrales – en los muros y en el tambor de la cúpula- que retomaban iconografía heráldica: la flor de lis, el escudo de Pau Ferran, las armas del capítulo catedralicio de Barcelona y el escudo de Cataluña. Fueron encargados a la empresa de artesanos del vitral Granell y Cía.

El retablo de la capilla era de estilo neobarroco, de piedra y alabastro, con columnitas salomónicas de mármoles de colores y la imagen de San Jorge. Parece que, al menos la parte pétrea, fue ejecutada por un tal Sr. Bartolí en 1928. Domènech i Montaner preveía para el altar mayor el encargo de un cuadro que pudiera competir con la notable pieza del pintor catalán Antoni Viladomat (1678-1755) de la capilla de la antigua Casa de Convalecencia. Probablemente, nuevas directrices y carencia de dinero llevaron a una solución más modesta.

Las formas macizas y abarrocadas de las decoraciones en relevo -dintel de la puerta, cornisas- se pueden comparar con las decoraciones de otros edificios como la sede de la Compañía Telefónica Nacional de España (Madrid), proyectada entre 1926 y 1929 por Ignacio de Cárdenas Pastor. Como los otros espacios nobles del edificio, y por motivos higiénicos y decorativos, la sala estaba recubierta por un arrimadero de cerámica policromada con elementos vegetales. En el exterior, la cúpula estaba revestida de escamas de cerámica vidriada de color amarillo, negro y rojo.

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