Retos de la transición energética
Investigadora

Laura Pérez
Laura is an industrial engineer and phd in environmental science and technology. She is postdoctoral researcher in the fields of ecological economics and industrial ecology (societal metabolism, IOT, MFA, LCA). Her research interests are the nexus of time use, energy, and other materials at country and sector levels, in order to find synergies and trade-offs of strategies towards a more sustainable society. She puts special emphasis on the relationship between daily practices and infrastructure, including the lock-in of existent stocks as a hurdle to transformation. She explores possible transitions to sustainability while keeping “a good life” considering the implications of trade, biophysical and socio-economic constraints in the different sectors of the economy. Currently, she works on energy transitions.
Podeu veure la producció científica de Laura Pérez al Portal de Recerca de la UAB.
Olga V.: Esto es Vagón de la Ciencia, el proyecto de la Universitat Autònoma de Barcelona dedicado a la divulgación científica. En esta segunda edición, los protagonistas son los combustibles fósiles y, en este capítulo, descubriremos cuáles son los retos de la transición energética. Para ello, nos acompaña Laura Pérez Sánchez. Hola, Laura, bienvenida.
Laura P.: Hola.
Olga V.: Laura es ingeniera industrial e investigadora posdoctoral en el LIVEN Research Lab del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales, el ICTA-UAB. Tu investigación se centra en la exploración de las transiciones energéticas. ¿Qué son?
Laura P.: Las transiciones energéticas, o lo que esperamos que sean las transiciones energéticas del futuro, son un cambio de las fuentes energéticas que utilizamos. Esta sería la definición más sencilla. Pero llevar a cabo estas transiciones implica cambios tecnológicos y sociales muy importantes. No solo hablamos de cambios de toda la infraestructura, de poner más molinos o más placas solares (esta sería la visión más común), sino también de cambios sociales, de la organización social.
Olga V.: ¿Existe una pauta sobre la periodicidad de las transiciones energéticas? ¿Hemos tenido otras?
Laura P.: En cierto modo, hemos tenido transiciones energéticas, pero no han implicado un cambio sustancial, una sustitución, sino solo una acumulación de las fuentes energéticas de las que hemos podido hacer uso. Al principio, durante muchos siglos, basamos nuestro uso de energía en la biomasa y en algunos recursos eólicos, pocos (los típicos molinos o las típicas ruedas hidráulicas). Pero, a partir de la Revolución Industrial, empezamos a utilizar carbón y otros recursos, y fue durante los años cincuenta cuando se produjo un crecimiento exponencial, un punto de inflexión que llevó a utilizar cada vez más recursos. Históricamente, hasta ahora, la transición energética se ha llevado a cabo por acumulación de recursos en lugar de realizarse por sustitución.
Olga V.: En junio de 2024, António Guterres, secretario general de la ONU, pedía medidas contundentes contra la industria de los combustibles fósiles. ¿Qué papel tienen los combustibles fósiles como fuente energética?
Laura P.: Ahora mismo, son lo que mueve la economía y son básicos para muchos sectores, como, por ejemplo, el transporte. Son las fuentes energéticas con las que funciona gran parte del transporte, tanto los coches privados como el transporte de mercancías. Además, también son fundamentales para otros procesos industriales.
Olga V.: ¿Todo lo relacionado con los combustibles fósiles es negativo? Porque, a estas alturas, lo que sabemos es que debe reducirse su uso y que debe producirse esa transición energética. ¿Han aportado algo positivo?
Laura P.: Por supuesto. El uso de combustibles fósiles nos ha aportado todos los bienes y servicios de los que disfrutamos actualmente. Es cierto que generan problemas y que hay un exceso de consumo de estos recursos, pero nos han proporcionado todos estos servicios, y constituyen una muy buena fuente de energía en cuanto a potencia o capacidad de almacenamiento, por ejemplo. Sin embargo, generan emisiones de gases de efecto invernadero y también son un recurso escaso y limitado, y eso nos obliga a buscar alternativas.
Olga V.: Aunque estamos buscando alternativas, algunas ya existen. Ahora veremos qué presencia tienen. ¿Cuál es la presencia, todavía, de los combustibles fósiles en sectores como la agricultura, la industria, el transporte...? Decías que para el transporte son esenciales.
Laura P.: Sí, actualmente, en Cataluña, por ejemplo, el consumo energético del transporte representa un 45 %, aproximadamente, de la energía total que consumimos directamente. Un 94 % de ese consumo depende de productos petrolíferos. El transporte es básico, por ejemplo, para todo el abastecimiento de alimentos o para cualquier bien que utilicemos en nuestro día a día. En la agricultura, el consumo energético es relativamente pequeño en el consumo total de Cataluña, o de los países en general, pero un 75 % de ese consumo, aproximadamente, proviene de productos petrolíferos, y por ello la transición en este ámbito será difícil, ya que actualmente la maquinaria agrícola es de gran potencia. Los vehículos privados, como un coche o una moto, son fácilmente electrificables, pero la maquinaria agrícola es más complicada de transformar.
Olga V.: Aunque la transición energética sea más o menos complicada, ¿desde cuándo somos conscientes de que es necesaria, de que el impacto negativo de estos combustibles fósiles es superior al positivo? ¿Estamos en ese punto?
Laura P.: Hablar de conciencia es complicado, porque podemos ser muy conscientes de una cosa y no hacer nada para cambiarla. En los años setenta, por ejemplo, durante las crisis del petróleo, ya hubo un primer punto de inflexión, pero eso no generó cambios sustanciales, aparte de cambios tecnológicos relativamente pequeños como, por ejemplo, los tipos de coches. Quizás se hicieron coches más pequeños y más eficientes, pero eso no significó un cambio transformador de la sociedad. Actualmente, es probable que haya mucha conciencia de este cambio, pero al mismo tiempo necesitamos los combustibles fósiles para nuestro día a día, y es esta la dualidad a la que nos enfrentamos. En nuestras vidas diarias, pero también a otras escalas como, por ejemplo, en las industrias, generar el cambio actualmente quizás representa un riesgo económico y de inversiones en infraestructura muy grande.
Olga V.: ¿Cuáles son los retos más destacados de la transición energética?
Laura P.: Hay muchísimos. En primer lugar, seguramente se necesitará una electrificación. Es un paso relativamente fácil, pero hacen falta dos cosas a la vez: por un lado, hay que transformar el sistema eléctrico hacia las renovables y dejar de depender del gas natural, como ya hemos hecho con el carbón, y encontrar alternativas para baterías, etcétera; y, por otro lado, como el consumo eléctrico seguramente crecerá, necesitaremos expandir ese sistema eléctrico, con toda la confrontación territorial que genera (es el caso de las instalaciones eólicas, que causan rechazo en el territorio). Es un debate que debemos tener: ¿cuál es el consumo que necesitamos en nuestras vidas?, ¿cuánto territorio nos hace falta? Y establecer un debate político de cuánto necesitamos. Además, hay retos técnicos sumamente importantes: actividades económicas muy difíciles de transformar hacia los recursos renovables, porque tienen una potencia alta o porque son procesos específicos como el acero, que serán muy difíciles de electrificar o para los que resulta complicado encontrar alternativas.
Olga V.: Por lo tanto, hablamos de transición energética como si fuera la única salida, pero parece que ese camino no es nada fácil.
Laura P.: En efecto. Por ese motivo, los gobiernos, las empresas y las personas individuales no están actuando con la rapidez que necesitamos. Al final, tenemos esta dependencia de los recursos energéticos para que la economía funcione, y necesitamos que la economía funcione para poder ir haciendo estas inversiones de materiales, de dinero, para llevar a cabo el cambio que necesitamos.
Olga V.: En 1992 se celebró la primera cumbre del clima organizada por las Naciones Unidas. Fueron necesarias 21 cumbres hasta la llegada, en 2015, del Acuerdo de París, un tratado global, ratificado por casi doscientos países, que constituyó un hito histórico y que apostaba por la transformación hacia un modelo de desarrollo de bajas emisiones. En cuanto a fuentes de energía alternativas, ¿cuáles son las que tenemos más presentes?
Laura P.: En muchos casos, cuando pensamos en energías alternativas, nos centramos en el ámbito del sistema eléctrico y nos vienen a la mente, entre otras, las turbinas eólicas y los paneles solares, que son las tecnologías con las que contamos para llevar a cabo la transición energética, ya que la energía hidráulica que tenemos es básicamente la que tendremos en el futuro, no podremos ampliarla mucho. Además, contamos con los posibles usos de la biomasa, pero son limitados, están limitados al área que dedicamos a su producción, y tienen unos ritmos de abastecimiento también limitados. Pueden aparecer otras fuentes, por ejemplo, las mareas, pero son mucho más limitadas.
Olga V.: Nos hablas de limitaciones. Aparte de estas limitaciones que comentabas, ¿hay otros inconvenientes que estén asociados a las energías sostenibles?
Laura P.: Una de las características más importantes de los combustibles fósiles es su densidad y la capacidad de almacenamiento, y eso no lo encontramos en las renovables. Así, por ejemplo, disponemos de energía solar y de energía eólica cuando hace sol y cuando hace viento. Debemos dejar de tener el control sobre cuándo queremos generar energía y debemos adaptarnos al momento en que hay energía o construir otros sistemas como las baterías para acumularla y poder gestionarla. Además, las renovables también tienen una densidad baja, por lo que tenemos que utilizar mucha más área para generarlas. Como los combustibles fósiles los extraemos de lugares lejanos, aquí no recibimos los impactos de la extracción. Sin embargo, en el caso de las instalaciones eólicas y solares, sí que se producen unos efectos visuales y sobre la biodiversidad. Significa un cambio de paradigma total y, aunque es necesario, tenemos que hacerlo considerando que hay unas limitaciones que tienen que ser discutidas, y tenemos que ser conscientes de ello, pero no detenernos completamente ante eso.
Olga V.: ¿Son lo suficientemente maduras las tecnologías necesarias para la utilización de las energías alternativas?
Laura P.: Hay diferentes estados. Por ejemplo, la solar y la eólica son tecnologías ya maduras, que ya conocemos. El hidrógeno es relativamente más nuevo y todavía se deben construir muchas infraestructuras. Hay cuestiones de investigación que todavía están en un estadio de laboratorio y quizás no son tan conocidas. No obstante, ya podemos empezar a dar pasos.
Olga V.: ¿Hay algún país que vaya un paso o dos adelante, en la transición energética?
Laura P.: Es complicado afirmarlo, porque hay países que ya habían realizado mucho trabajo, pero ello se debe a que disponían de los recursos. Por ejemplo, Noruega cuenta con mucho recurso hidráulico y lo ha utilizado, y a partir de esa abundancia de electricidad, y de tener mucho dinero, ha avanzado en la movilidad privada eléctrica. Tenían unas condiciones iniciales favorables. No es que hayan hecho un cambio importante, pero van por delante porque tienen mucho porcentaje de renovables. En cambio, hay países, como China, que están dando pasos muy grandes en instalaciones de energía solar y eólica, están haciendo una planificación muy importante, a veces, a partir de macroproyectos. Son muchas las cuestiones a tener en cuenta a la hora de analizar quién va más avanzado.
Olga V.: Laura Pérez Sánchez, investigadora posdoctoral del ICTA-UAB, muchas gracias.
Laura P.: A vosotros.
Olga V.: Si queréis saber más, escuchad otro capítulo.
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