07. Límites planetarios
A pesar de los avances científicos y tecnológicos, entender plenamente la complejidad del sistema Tierra y cómo responde a la influencia humana sigue siendo un reto. La Tierra es un sistema extremadamente resiliente, sobre todo en largos periodos de tiempo, pero la gran capacidad de los humanos de cambiar el entorno, así como la velocidad a la que se produce ese cambio, tiene consecuencias que a menudo pueden pasar desapercibidas, al menos al principio, como el cambio climático provocado por el uso de combustibles fósiles. La comunidad científica coincide en que es muy posible que la Tierra se encuentre en un punto de inflexión peligroso, es decir, ante cambios repentinos, rápidos e irreversibles que hagan que algunas zonas del planeta dejen de ser habitables. Estamos en un punto en el que una pequeña perturbación puede provocar un cambio desproporcionadamente grande, porque se retroalimenta y puede tener impactos con efectos que no tengan marcha atrás.
Hay mucha incertidumbre, y por eso es imprescindible que apliquemos el principio de precaución que se acordó en la Cumbre para la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, que dice: «Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces para impedir la degradación del medio ambiente». Sin embargo, este principio, que básicamente nos alerta de no tocar nada que no sepamos cómo funciona, se ha ignorado descaradamente y de forma sistemática. En el caso de los combustibles fósiles, aunque conocemos muchos de los efectos que tienen sobre el cambio climático, en los últimos años han aumentado las cifras de las subvenciones a las compañías de gas y petróleo. No obstante, lo que deberíamos conseguir es que todas las intervenciones, políticas y modelos económicos que quieran fomentar el desarrollo sostenible se guíen por el principio de precaución.
El conocimiento que sí tenemos ha hecho que cambiemos la forma en que entendemos la relación entre los humanos y la naturaleza, de manera que reconocemos que el planeta tiene unos límites, al contrario de lo que promueve la ideología occidental y extractivista: el crecimiento infinito. Este concepto, el de los límites planetarios, permite evaluar el impacto de la humanidad en la Tierra. Lo introdujeron un grupo de veintiocho científicos de todo el mundo, que establecieron que la estabilidad del planeta y su capacidad de recuperación se regulan con nueve procesos. Y para cada proceso definieron un espacio operativo seguro, un rango dentro del cual la humanidad puede operar con relativa seguridad. Rebasar esos límites puede desencadenar varios puntos de inflexión, lo que puede dar lugar a cambios imprevisibles y repentinos. Esos límites no son «líneas duras», porque, como hemos comentado, es un tema rodeado de mucha incertidumbre, pero establece unos umbrales que proporcionan una guía para el desarrollo sostenible.
La humanidad ya ha sobrepasado seis de los nueve límites planetarios: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la alteración de los ciclos del nitrógeno y del fósforo, el cambio en los usos del suelo, el uso de agua dulce y la contaminación química. Los otros tres (la acidificación de los océanos, la carga de aerosoles en la atmósfera y el agotamiento del ozono estratosférico) todavía se encuentran en el umbral de seguridad. Mientras que la acidificación de los océanos continúa aumentando, los otros dos (la carga de aerosoles atmosféricos [sulfatos y nitratos] y el agotamiento del ozono estratosférico) muestran cierta recuperación gracias a las normativas ambientales internacionales, lo que demuestra la eficacia de la acción colectiva para abordar los retos ambientales.
Para reducir los riesgos que supone traspasar los límites planetarios, debemos conseguir pararlos y revertirlos. Debemos pensar de qué manera podemos desarrollarnos como humanidad sin que crezca nuestro consumo e impacto en el medio. En cuanto al cambio climático, hace años que sobrepasamos el límite de seguridad de aumento de temperatura fijado en 1 °C con respecto a la temperatura que el planeta tenía antes de la era industrial. Actualmente, este aumento es de 1,2 °C y parece poco probable que consigamos frenarlo antes de llegar al límite de riesgo de 1,5 °C. No obstante, como ya hemos dicho, frenarlo a 1,7 o 1,8 °C sería mejor que llegar a los 2 °C, ya que se considera que tal aumento de la temperatura provocaría riesgos climáticos graves y frecuentes.
Sabemos que el principal motor de la subida de la temperatura del planeta es el aumento de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Y sabemos que este aumento se debe fundamentalmente a la quema de combustibles fósiles, que, por otra parte, siguen siendo el motor energético de la actividad económica mundial. Para minimizar el impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero de los combustibles fósiles en nuestro planeta debemos abordarlo desde diferentes frentes: reduciendo el consumo de energía, utilizando energías que tengan menos impacto y capturando los gases que aún no podemos evitar emitir.
Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razon para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente
https://www.un.org/spanish/esa/sustdev/agenda21/riodeclaration.htm
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