"El niño que vendió el mundo": Exposición fotográfica en la Biblioteca de Comunicación y Hemeroteca General
Dom Fernández presenta una alegoría sobre el crecimiento y la búsqueda constante de nuestro lugar en el mundo.

Del 1 de septiembre al 31 de octubre, la Biblioteca de Comunicación y Hemeroteca General acoge la exposición “El niño que vendió el mundo” del fotógrafo Dom Fernández, prestada por AFOCER (Agrupació Foto-Cine Cerdanyola-Ripollet).
Del texto de presentación, en el sitio web del autor:
“<<El niño que vendió el mundo>> es un ensayo fotográfico sobre la infancia donde conceptos como la curiosidad, la inocencia, el crecimiento o los miedos influyen en la búsqueda inconsciente de la propia identidad.
Todo ello mediante la preservación de la privacidad en esta sociedad actual saturada de información.
Desde su inicio en 2013, la intención ha sido facilitar la reflexión, reconectando con el mundo de los niños y avivando recuerdos de nuestro propio descubrimiento del mundo y nuestro lugar en él. Al mismo tiempo cuestiona los límites que la sociedad y la cultura imponen desde temprana edad mediante normas y tradiciones preestablecidas, limitando el crecimiento y el desarrollo personal.
El proyecto está influenciado por la fotografía callejera clásica, el cine de los años 80 y 90, el arte urbano, pero sobre todo por la música. El título hace referencia a la canción de David Bowie "The Man Who Sold the World", que más tarde fue versionada por Nirvana, dos artistas con diferentes perspectivas sobre su propia identidad. Según el propio Bowie, la canción ejemplifica cómo te sientes cuando eres joven, con una parte de ti buscando encajar en el mundo y una gran necesidad de descubrir quién eres realmente.”
Las primeras exposiciones del proyecto se titularon "El arte perdido de mantener la privacidad de nuestros niños"; se presentaron en varios lugares de Barcelona y fueron reconocidas en destacados concursos en Londres, París, Nueva York y Tokio.
¡Visitad la exposición en la planta baja de la biblioteca! También encontraréis la pequeña escultura que la acompaña, que evoca la fragilidad de los niños ante las redes, así como el libro que recoge todas las fotografías.
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