Medio ambiente y Conservación

Paul Robbins ha centrado su trabajo en la política que rodea la silvicultura y la conservación de la vida silvestre en Rajastán, India, un lugar donde siguen prosperando algunos de los últimos lobos del subcontinente. Su investigación reciente le ha traído de vuelta a Estados Unidos y se ha centrado en la pasión perdurable de los estadounidenses por sus jardines y las complejidades de la política de gestión de los alces en los márgenes reiterada del parque de Yellowstone.
 
Considerado uno de los investigadores más reconocidos mundialmente en el campo emergente de la ecología política, Paul Robbins es autor de manuales de referencia como Political Ecology: A critical Introduction y del libro premiado Lawn People: How Grasses, Weeds, and Chemicals Make Us Who We Are, sobre política y medio ambiente, entre muchos otros artículos y textos científicos relacionados con la ciencia de la conservación y gestión del medio ambiente, las ciencias sociales y las humanidades.

Como director y profesor del instituto Nelson ha sido impulsor de varias iniciativas innovadoras en el campo de la educación y ha hecho del instituto un centro de referencia a nivel mundial en el cambio climático global.
02/2015 -

"Los científicos han de cambiar de mentalidad para proteger la naturaleza"

Entrevista a Paul Robbins, director del Instituto Nelson de Estudios Ambientales de la Universidad de Wisconsin y uno de los expertos mundiales en ecología política. Ha visitado la UAB invitado por el programa ENTITLE del ICTA.

A los humanos nos gusta pensar que los parques naturales y las áreas protegidas del planeta son salvajes, pero lo cierto es que se ven afectadas por nosotros constantemente, dice Paul Robbins. Ni las regiones más remotas se libran de la mano del hombre. Además, muchas especies silvestres viven en espacios naturales que el hombre ha hecho suyos, como los bosques de donde extraemos la madera o las plantaciones donde se cultiva café en la India. Así que algún tipo de gestión es necesaria en la mayoría de los casos para conservar la naturaleza y proteger la biodiversidad. La “humanización” requiere ser responsable, incluso para las zonas salvajes, regulando la gestión de su uso y acceso.

Usted dice que las políticas públicas marcan el destino de las especies salvajes.
Sí. En el sur de la India, donde he investigado varios años, muchas de estas especies están en plantaciones de café, caucho o nuez de areca, en terrenos que pertenecen a granjeros y donde trabajan campesinos muy pobres, que están yéndose hacia las ciudades. Sin trabajadores, para mantener su producción, los granjeros cambian los cultivos para hacerlos más intensivos y usan pesticidas, lo que determina el destino de las especies que viven allí, como pájaros o anfibios. Por eso, hacen falta políticas que mejoren la vida de estos trabajadores.

¿Cómo cuáles?
En primer lugar las destinadas a su acceso a la educación, a la sanidad y a servicios básicos como la electricidad. Y después las que favorezcan un precio de su fuerza de trabajo suficientemente alto como para que quieran quedarse. Los gobiernos han ayudado siempre a los granjeros, pero no han pensado nunca en estos campesinos ni en las especies salvajes.

¿Quién tiene que intervenir para conservar la naturaleza en estos espacios?
Hay que trabajar entre todos los agentes que tienen algo a decir. Los gobiernos locales y centrales, los granjeros propietarios de los terrenos. Pero también los conservacionistas, y para ello éstos tienen que cambiar su estrategia. Porque, en general, los conservacionistas se han centrado, de manera acertada, en áreas naturales como los parques naturales, pero las plantaciones de las que hablo ocupan quince veces más superficie que estos parques. Este es un gran reto para ellos, porque tienden a pensar sólo en espacios salvajes.

En Europa es diferente, hay una larga historia de colaboración con los propietarios de los terrenos cultivables y de pasto sobre la conservación, porque el paisaje está muy humanizado. En Estados Unidos, los conservacionistas también se centran mucho en los espacios salvajes pero ahora estamos aprendiendo, poco a poco, a pensar también en las granjas, los ranchos o las ciudades, donde también encontramos especies para conservar. Para los biólogos es un cambio de mentalidad difícil.

¿Proteger especies en las ciudades?
Uno de los grandes desafíos actuales es que mucha de la naturaleza salvaje que queremos conservar no está en las áreas protegidas o en zonas salvajes. Está en las ciudades, en las granjas, en los terrenos de pasto, en los bosques que están siendo gestionados para obtener la madera, etc.

Históricamente la conservación ha sido pensada en términos de tener espacios cerrados y zonas controladas. Pero ahora, la vida silvestre está prosperando por todas partes. Así que el reto para la conservación es trabajar con los propietarios de las tierras, con los gobiernos locales y con los planificadores urbanísticos.

Los cambios que se están produciendo, mucho de ellos por la actividad del hombre -en los bosques tropicales, en la temperatura, en el nivel del mar, etc.-, están alterando todos los ecosistemas. Y esto supone un enorme desafío para los científicos, que tienen que cambiar su manera de pensar sobre la protección de la biodiversidad. Tienen que verla como un problema humano y no como un problema de la naturaleza.

¿Es posible mantener espacios naturales fuera de la actividad humana?
Sí, por supuesto que podemos tener áreas naturales reservadas, pero el impacto humano es tan grande que inevitablemente necesitas pensar de manera innovadora.

Volviendo a la India, aquellas plantaciones, con toda su biodiversidad, están cerca de parques naturales, lo que hace que se beneficien mutuamente. Si se destruyen las zonas próximas a los parques sólo tendrás una pequeña isla con alguna biodiversidad. Y al contrario. Necesitamos todo el sistema, los parques naturales y los cultivos con sus trabajadores en las afueras del parque, y trabajar juntos por la conservación.

En Estados Unidos, en Yellowstone, nos dimos cuenta hace décadas que no era suficientemente grande como para sostener los grandes rebaños de bisontes, lobos o arces que viven en él. Había dos opciones: una, aumentar el tamaño del parque, lo que era políticamente imposible, porque implicaba expulsar a toda la población de la zona, y la otra, crear un área donde la población vivía, comprometida a proteger la vida salvaje y la biodiversidad.

¿Para eso sirve la ecología política?
La influencia del hombre en la naturaleza es tan numerosa y diversa que no se puede imponer una regulación o una norma de uso o de acceso en un espacio natural sin que haya siempre perdedores y ganadores. A veces hay un coste ecológico, pero también puede haber un beneficio ecológico. En este marco, la ecología política permite estudiar quién gana y quien pierde según qué decisiones se tomen. Es una manera de preguntar y responder cuestiones antes de tomar lo que podrían ser malas decisiones, y esto la hace muy poderosa.

Los que pierden siempre son los animales y las plantas.
Sí, estamos ante la extinción más masiva toda la historia de nuestra especie, porque la última extinción masiva fue antes de que los humanos existieran. Y nosotros estamos provocando esta extinción en masa.

Hay a menudo perdedores entre los animales y las plantas en peligro de extinción, pero también digo que en muchos casos puedes tener ganadores. Si miras qué pasa en Norteamérica, los lobos están volviendo a los paisajes. En algunos casos los han reintroducido los biólogos, en otros, sencillamente se han adaptado, se están volviendo más inteligentes al aprender a vivir alrededor de la gente.

En la India, las panteras, que estuvieron a punto de extinguirse, están volviendo. ¿Por qué está pasando esto? Porque están viviendo ahora alrededor de las granjas y de la gente. Así, esta extinción masiva es una historia terrible, pero hay razones para ser optimistas, hay maneras para trabajar en y sobre la naturaleza.

María Jesús Delgado

MariaJesus.Delgado@uab.cat

2024 Universitat Autònoma de Barcelona

B.11870-2012 ISSN: 2014-6388