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"Un periodista no tiene que explicarlo todo si implica perder capacidad de estar cerca de la noticia"

Marc Marginedas ofreció una charla a los estudiantes de periodismo, especialmente dirigida a los alumnos de la asignatura de Periodismo Internacional, el 8 de octubre. Aprovechó para reivindicar su profesión y concienciar a los futuros periodistas de las particularidades de esta especialización.

22/10/2014

"He visto dos tipos de presión: de los países donde informamos y del gobierno de tu país cuando tiene intereses"

Marc Marginedas es corresponsal y enviado especial en zonas de conflicto des de hace casi veinte años y ha hecho de su profesión su modo de vida. Trabaja en El Periódico de Catalunya y empezó cubriendo el conflicto de Argelia (1995-1998). Posteriormente, ocupó la corresponsalía en Rusia, donde cubrió la segunda guerra de Chechenia. Ha estado en Iraq, Afganistán, en la crisis de Darfur de 2004 y en la ofensiva israelí de 2006 en el sur del Líbano. Recientemente, ha informado sobre las revoluciones de la primavera árabe en Túnez y Libia. Pasó seis meses secuestrado por una organización próxima a Al Qaeda, mientras cubría la guerra civil actual de Siria.

Marginedas ofreció una charla sobre el papel de los corresponsales de guerra el pasado 8 de octubre a la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Reflexionó sobre las particularidades de este tipo de periodismo mientras comentaba muchas de sus anécdotas y experiencias como profesional.

¿Sobre el terreno, se observan mejor los efectos de un conflicto, pero también las causas?

Es importante para un periodista hacer un buen trabajo de documentación antes de ir a un conflicto. En una guerra todo el mundo intenta manipular y la mejor vacuna para evitarlo es precisamente la documentación. Las causas probablemente no las encontraremos en el terreno, sino en todo lo que hemos leído antes. Por ejemplo, cuando vamos a Siria, a Damasco, y hacemos una entrevista en la calle, nos parecerá que todos están apoyando al régimen. Si hemos hecho una buena tarea de documentación previa, sabremos que el régimen sirio es muy policial, comparable, en términos de represión política con el de Corea del Norte.

¿Hay mucha presión de los gobiernos o del ejército para controlar la información?

Depende. Yo me he encontrado dos tipos de presión: la primera es esa presión de los países de los que informamos, ya que dependo de la aprobación de sus gobiernos para permanecer allí. Por lo tanto, la única manera de continuar en ese país y poder seguir haciendo mi trabajo es aceptar un cierto grado de autocensura. No soy partidario de que un periodista explique todo lo que ve si esto le implica perder su capacidad de estar cerca de lo que es noticia. Se ha de saber dosificar.

Hay otros tipos de presiones como, por ejemplo, las que provienen del gobierno de tu país cuando éste tiene determinados intereses en el conflicto. Estoy hablando, por ejemplo, de los conflictos de Iraq o Afganistán, donde había tropas españolas. En esos casos, los departamentos de prensa sólo nos entregaban un comunicado procedente de Madrid, y aunque pidieses más información, no te la daban.

¿Ha visto truncada alguna información por una presión demasiado fuerte?

No, pero sí que he experimentado llamadas de algún gobierno pidiendo modificaciones en mi cobertura. No a mí directamente pero sí a responsables de El Periódico.

¿En occidente, tenemos una imagen distorsionada de lo que se vive en esas zonas de conflicto?

Creo que, en occidente, a veces hay un mensaje correcto pero a la vez también muy erróneo sobre el islam. Se amalgama el islam con el terrorismo y esto algo con lo que se tiene ir con cuidado. A veces, incluso uno mismo puede caer. El islam, en general, es una religión de paz, una religión profesada por gente que no defiende la violencia: el término yihad, por ejemplo, que los medios de comunicación utilizamos tanto, en realidad en árabe quiere decir esfuerzo. Por lo tanto, hablar de yihadistas es entrar en el juego, a veces, de esa gente que no son yihadistas, sino extremistas.

¿Como observador de primera mano, que balance haces de los efectos que han tenido hasta ahora las primaveras árabes?

Es una pregunta complicada. Son procesos muy largos, donde hay una revolución y una contrarrevolución. Yo me quedo con el hecho de que, con esas revoluciones, un árabe ha dejado de ser un súbdito y ha querido ser un ciudadano. Salieron a la calle pidiendo mejor gobierno, mayor participación política en los asuntos públicos, etc. Esto es una toma de conciencia y un cambio de mentalidad muy importante: la gente no salió a la calle defendiendo el Alcorán, como había pasado hasta ahora.

Cuando hablamos de las primaveras árabes, vemos ejemplos como Siria. Pero hay cambios: Túnez, por ejemplo, un país donde hay una clase media muy comparable con la española de los años setenta, con sus descalabros, ha conseguido un proceso de transición democrática que parece bastante sólido y que tal vez será un ejemplo para el resto del mundo árabe.

¿Crees que ha habido una buena cobertura periodística de estas revoluciones?

En esas revoluciones pasa como en las guerras: las cubrimos en el momento que son mediáticas, pero dejamos de cubrirlas en la postguerra, cuando dejan de serlo. Aún así, sabemos que las postguerras son casi tan importantes como las guerras.