"Ahora creo en la utopía realista de una democracia social"

Henri Weber
Henri Weber, uno de los líderes de las movilizaciones de 1968 en París, ofreció una charla sobre el balance del mayo francés cincuenta años después el 6 de junio, en la Facultad de Filosofía y Letras, en el acto en el que el centro conmemoró su quincuagésimo aniversario.

07/06/2018

Henri Weber nos muestra un ejemplar de su nuevo libro, Rebelle jeunesse (Robert Laffont), en el que aparece él mismo en la cubierta, fotografiado en plena manifestación en mayo de 1968. Desde el mismo año 68, ha escrito varias obras sobre la experiencia y la herencia del mayo francés, del que fue uno de los principales líderes estudiantiles. Luego fue profesor de filosofía política de la Universidad París VIII, cofundador de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y, más adelante, miembro y eurodiputado del Partido Socialista. El 6 de junio, en el acto de conmemoración del quincuagésimo aniversario de la Facultad de Filosofía y Letras, pronunció la conferencia "Un demi siècle après, quel est le bilan de Mai 68?" ("Medio siglo después, ¿cuál es el balance de mayo del 68?").

¿Qué recuerdo tiene de su participación en las movilizaciones de mayo del 68?

Yo formaba parte del equipo de dirección del movimiento estudiantil que se ocupó, del 3 al 13 de mayo, de organizar un pulso con el gobierno para despertar a la clase obrera. Hubo muchos indicios previos en el movimiento obrero: huelgas, manifestaciones y enfrentamientos muy violentos durante 1966 y 1967. No es cierto, por tanto, que mayo del 68 fuera un trueno repentino en medio de un cielo despejado. Sabíamos que, por parte de la clase obrera francesa, que estaba en el apogeo de su potencia numérica y organizativa, había la voluntad de sacudir y conquistar el poder después de diez años de gaullismo austero y autoritario.

¿Cómo ha evolucionado su percepción de mayo del 68 durante estos cincuenta años?

Para mí, mayo del 68 fue un gran movimiento social. Y, como todo gran movimiento que moviliza a millones de personas, fue muy heterogéneo. Siempre digo que no hay que confundir la espuma de las olas con la profundidad del océano. La espuma son los grupúsculos izquierdistas. Pero el grueso del movimiento no era trotskista, maoísta, anarquista o situacionista; tampoco era comunista "tendencia Moscú". Estaba, sobre todo, profundamente deseoso de democratizar la sociedad francesa y de liberalizarla en el sentido cultural y político de la palabra. Francia había conocido un progreso formidable en el terreno económico y tecnológico pero, en lo que respecta a las relaciones de autoridad y las costumbres, se había quedado arraigada en el siglo XIX. Es esa contradicción lo que hizo saltar por los aires el movimiento estudiantil. Y fueron alcanzadas muchas conquistas, como la despenalización de la homosexualidad o la autorización de la contracepción y del aborto.

¿Y qué considera como errores del mayo francés?

Primero, la concepción de la transformación social y el objetivo final. Ya no creo que nuestras sociedades democráticas, con Estados de derecho efectivos, deban ser transformadas mediante la violencia: huelga general con ocupaciones de fábricas, enfrentamiento con el Estado y, finalmente, formas de violencia que pueden ir muy lejos. Ese método es legítimo y a menudo necesario frente a dictaduras y poderes despóticos; pero, frente a nuestras viejas democracias desarrolladas, es mediante la reforma, la ley y las elecciones como transformamos las sociedades y acumulamos progresos. Mi segunda diferencia es que ya no creo en la utopía quimérica de la sociedad perfecta que prometían el marxismo y el comunismo revolucionario: una sociedad sin clases, sin Estado, sin penurias, sin opresión, sin alienación... Dicho de otro modo, una versión laica del paraíso celestial. Por el contrario, yo creo en la utopía realista de una democracia social que debería, además, tener dimensiones europeas.

La huelga general propició los acuerdos de Grenelle. ¿Y, en la universidad, qué cambió a raíz de mayo del 68?

Pasamos de una universidad decimonónica, donde los grandes profesores "reinaban" sobre los estudiantes y los otros profesores, a un sistema mucho más moderno de democracia universitaria. Es decir, hay un consejo de universidad -con estudiantes, personal técnico y docentes- que elige a su presidente, el cual, dirige la institución. Y la universidad devino mucho más interdisciplinaria, con menos compartimentación entre las disciplinas. Por otra parte, las clases magistrales ante cientos de estudiantes retrocedieron en beneficio de la enseñanza en grupos más pequeños en los que los estudiantes participaban mucho más.

Lo que cuenta me recuerda al espíritu fundacional de la UAB.

¡Totalmente! La mía, la Universidad París VIII, también fue creada en 1968, en diciembre. El ministro de educación nacional, Edgar Faure, quería democratizar la universidad y creó un centro experimental en Vincennes pero con una segunda intención: la universidad está en medio del Bois de Vincennes, a quince kilómetros de París. Enviar a todos los estudiantes y profesores izquierdistas allí, lejos de todo lugar habitado, era también una manera de controlar el sistema universitario de la capital.

¿Qué opina de la manera como se recuerda mayo del 68?

Desde hace cincuenta años, es objeto de una fuerte polémica. La derecha vive de aborrecer mayo del 68: lo considera la fuente de todos los males. En cambio, la izquierda considera que fue un gran momento de conquistas democráticas y sociales. Ese punto de vista, a pesar de las campañas de denigración, prevalece entre la población. Dos encuestas de opinión realizadas por grandes empresas de sondeos de Francia muestran que siete de cada diez franceses tienen una opinión buena de mayo del 68 y piensan que muchas conquistas sociales y políticas fueron adquiridas en ese momento o durante los diez años siguientes. Y mucha gente considera un efecto diferido de mayo del 68 la victoria de la unión de la izquierda en 1981.

¿Y qué piensan los franceses de los soixante-huitards, de la generación de mayo del 68?

Conserva un gran prestigio. Es una generación de baby boomers, muy numerosa. Y muy dinámica y activa porque está habitada por un optimismo histórico. Veníamos de enviar un satélite sobre la Luna, el crecimiento estuvo por encima del 5% anual durante treinta años, no había paro y todo parecía posible. Y nos beneficiamos de una paz relativa durante el equilibrio del terror y de la aparición de muchos puestos nuevos de trabajo porque pasamos de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento y de los servicios. Creíamos que querer es poder. A la vez, eso ha generado muchos celos. [Ríe]

Daniel Bensaïd explica que él y usted estuvieron refugiados en casa de Marguerite Duras tras la ilegalización de la Juventud Comunista Revolucionaria. ¿Qué ocurrió?

Como ya sabíamos que seríamos disueltos después del 68, la secretaria de la organización tenía una lista de personalidades simpatizantes del movimiento estudiantil y obrero y dispuestas a apoyarlo acogiendo a sus cuadros. Marguerite Duras figuraba entre ellos. Nos acogió en su apartamento del número cinco de la calle Saint Benoît. Nos entendimos muy bien con ella, evidentemente. Y, bajo su apartamento, había una escuela. Durante la hora del patio, los niños no jugaban a indios y vaqueros sino a estudiantes y CRS [cuerpo de la policía francesa dedicado en el mantenimiento del orden público]. El pobre estudiante que tenía que hacer el papel de las fuerzas del orden gritaba: "les cocos à Moscou!" ("¡comunistas, a Moscú!").

¿Mantiene relación con los antiguos compañeros de las movilizaciones?

¡Por supuesto! Pasamos juntos nuestra postadolescencia y juventud haciendo cosas formidables... Los antiguos dirigentes de la LCR organizamos una cena anual en mi casa. A pesar de los desacuerdos: Alain Krivine, que fundó conmigo la Liga, ha permanecido tal y como era hace cincuenta años, y yo me he convertido en socialdemócrata, pero eso no empaña los sentimientos.

¿Qué semejanzas y diferencias ve entre mayo de 1968 y las movilizaciones que hay actualmente en Francia?

Las semejanzas son puramente formales porque es un movimiento muy minoritario y voluntarista. Sólo moviliza en realidad a los simpatizantes de los grupos de extrema izquierda. En cambio, nosotros nos vimos desbordados. Mayo del 68 fue un auténtico movimiento de masas que implicó a millones de jóvenes y de obreros. Fue espontáneo, partió de la base; y no había el fermento de la violencia como lo conocemos hoy: algo como el black bloc actuando contra los comercios era inconcebible. Hay, en fin, diferencias de amplitud y de contenido.

¿Es posible otro mayo del 68?

Hoy en día, no, pero a la larga, ¿por qué no? ¿Qué es mayo del 68 sino una explosión generalizada de luchas? Eso es aún posible. Hay, no obstante, una gran diferencia: nosotros vivimos hoy una crisis de futuro. A causa del hundimiento de las grandes ideologías emancipadoras del siglo XIX, se ha desvanecido la representación de la alternativa al orden existente. La extrema izquierda no sabe con qué remplazar la sociedad capitalista burguesa. Nosotros teníamos una idea precisa que era sin duda falsa pero creíamos firmemente en ella. En cambio, ahora, la LCR ha sido reemplazada por el Nuevo Partido Anticapitalista: son anticapitalistas pero, ¿a favor de qué están? No lo sabemos. Eso es una debilidad terrible. La única razón que hace improbable un nuevo mayo del 68 es la ausencia de una representación clara de la sociedad deseable que debería substituir a la actualmente existente.

Más información: Facultad de Filosofía y Letras